Opinión

O carballo da Merteira

En la actualidad, al desplazarnos en coche hacia la Derrasa, a la altura del desvío para Lamela, nos pasa un poco desapercibida la capilla de Nuestra Señora da Merteira (que antaño se veía muy bien), debido a los efectos de haber reajustado un poco la carretera hacia la izquierda, según se sube.

Allá por la década de los 50, aún existía a la entrada de la pequeña capilla (a pocos metros de la C-536) un centenario y escuálido roble de grandes dimensiones, ya en su decadencia y casi seco por su elevado número de años. Ese árbol, peculiar y famoso, era conocido con el nombre de “Carballo da Merteira”. Se mantenía en pie yo creo que para continuar dando escolta a la capilla de Nuestra Señora del mismo nombre, “A Merteira”.

Era en 1958 cuando quien escribe este articulo, un día al pasar por el lugar se fijo (me fije) en aquel deteriorado árbol. Recuerdo que iba en mi flamante Vespa, mi primer vehículo a motor, hasta la localidad de Pinto. Me quedó en la memoria, y poco tiempo después volví al sitio y lo fotografié. No hace muchos meses, aquella foto apareció en mi baúl de los recuerdos; y hoy la reproducimos para los lectores.

Recientemente me entró curiosidad y quise saber entonces cómo era a día de hoy aquel entorno físicamente, sin “o carballo” que le daba carácter como referente. Y una tarde, acompañado por mi mujer, allí me fui.

La primera apreciación fue que aquel viejo roble desaparecido había sido sustituido ya hace también muchos años por otro que presenta muy buen aspecto, a pesar de que los añejos del lugar dicen que nunca llegará a ser tan fuerte y enjuto como el primitivo.

Merodeando por el sitio, nos encontramos al párroco titular de la capilla. Me dijo que se llamaba Manolo, y llevaba allí pocos años, habiendo sustituido a Don Berardo, el anterior párroco de Lamela. El hombre estaba barriendo la puerta de entrada a la Iglesia; porque que el día anterior hubiera una boda, y estaba el suelo lleno de arroz; y al día siguiente tenia un entierro, y resultaría un poco feo la entrada del cortejo fúnebre pisando por encima de los efectos de alegría y jolgorio, como era el suelo sembrado de arroz de la ceremonia del casamiento.

Hablé largo y tendido con él. Una persona afable, de las que merece la pena escuchar. Me contó cosas de su parroquia que comprendía los pueblos de Lamela, Cachamuiña y Castadón; que se llevaban bien observando algunas curiosidades típicas de su feligresía. Quise conocer entonces como era la ancestral y curiosa costumbre que me habían comentado de que los de Lamela, en los actos litúrgicos, ocupaban los bancos de la derecha, y los de Cachamuiña se sentaban en los de la izquierda, llevándose tal norma con mucha rigurosidad, para distinguirse unos de otros.

Pero aun pretendí saber un poco más sobre el desaparecido carballo, que el páter por su joven edad, no había llegado a conocer físicamente, y me acerqué hasta el pueblo, a un kilómetro de allí más o menos. Un amable lugareño me dijo que había sido talado en los primeros meses del año 68, cuando parte del árbol se desplomó por el mal estado, derribando la espadaña de la capilla. Entonces, ni campanario ni carballo.

En su lugar, había sido plantado otro roble en los años 70. Acudieron al acto de plantación las autoridades civiles y eclesiásticas del momento en Orense, con inclusión de una romería popular. El evento no era para menos, la capilla ya tenia otra vez su “carballo”, que aunque de alguna forma ha heredado el nombre, no así la sobriedad del anterior.

Me decía también aquel parroquiano que fue muy triste haber talado y ver caer el árbol primitivo; que lo tenían como un monumento; que la Lamela había perdido para siempre su principal símbolo de identidad; que a pesar del tiempo ya transcurrido continuaban acordándose de él, sobre todo al pasar delante de la capilla, aunque haya otro en su lugar al que se le dedican ciertos cuidados, como cualquiera que lo vea, se dará cuenta.

El viejo roble desapareció precisamente por eso, por viejo, tras haber sido testigo impertérrito del paso de muchas generaciones de los periféricos pueblos susodichos. Pero lo que permanece en el tiempo es la cantiga de alguna forma recordatoria de su existencia: “O Carballo da Merteira / ten a folla rebirada, / que ia rebirou o vento / unha noite de xiada”.

El nombre de “Merteira” le viene dado parece ser de la leyenda de que en el lugar, y entre un espeso mirtal allí existente, un día apareció la celebre Virgen, a la que dedicaron dos cosas: la capilla para custodiarla y el “carballo” para que le diese sombra a la modesta pero bonita ermita.

Coincidiendo con Pentecostés, anualmente se celebra la festividad de la Santa. Y entonces aquel desaparecido roble aún está mas presente, como me decían, en la memoria de los que han disfrutado con su presencia hasta los últimos años de la década del 60. Ese era el mítico y para ellos entrañable “Carballo da Merteira”.

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