Opinión

Personajes y sus habilidades

Teniendo en cuenta la poca densidad de población que Ourense tenía, los populares personajes de calle eran sobradamente conocidos por los ciudadanos, cada uno a su modo por las circunstancias que de alguna manera se hacían notar en el día a día del transcurrir del pueblo de las Burgas. Hubo muchos y muy célebres que se memorizan con facilidad: El Patata, Failde, el Capitán Bombilla, el pontino Bartolo, Concha, Manaicas, Maluco, Charleston, Lelé, Franchute, Mario, O Toniño, Pepirallas, y un ciento más. Hoy quiero sin embargo referenciar brevemente otro par de ellos quizás no tan recordados, pero en su época, por los años 50, igualmente conocidos y populares en aquel mundillo local en que todos nos movíamos a través del apodo.

O PESCO

Cuando por aquellos años el río Barbaña en época de verano era más fácilmente pateable entre pedruscos y ramaje vegetal, del mismo increíblemente se extraían anguilas, a pesar de ser el regato receptor de colectores de aguas residuales de la ciudad. Obviando la patente circunstancia de insalubridad del agua que discurría hacia el Miño, por allí andaba un personaje que conocía el célebre riachuelo palmo a palmo, y lo rastreaba a menudo entre la Aceña de Mariñamansa y la desembocadura, pescando anguilas al cacheo.

Ese era “O Pesco”, así le llamaban en los círculos populares; y para sacarlas, sin que le observaran los avizores, para no descubrir el secreto de la facilidad con que las atrapaba, se ponía de espaldas y se untaba bien las manos con arena mezclada con sebo que llevaba al efecto ya preparada en un bote, con el fin de que los escurridizos fisóstomos, al pillarlos debajo de las piedras, no les resbalasen entre los dedos. Luego, cuando la cosa se le daba bien y llenaba la cesta, se iba a "los vinos" y las distribuía por los bares, donde las servían fritas para acompañar en sabrosa tapa, a unas cuncas de tintorro, sin fijarse demasiado los empinadores del codo en la “procedencia natural” de tan exquisito manjar.



EL Barcas y la cúpula de la Catedral

Anualmente y en fechas anteriores a las Fiestas de Corpus, se comenzaba a rumorear por la ciudad sobre cuando se iba a encaramar “el Barcas” a la cúpula de la Catedral. Entonces llegaba un día en que de boca en boca se corría la voz de que el tío aquel iba ya para el sitio. La gente, atraída por la curiosidad y seguramente por la falta de otras diversiones, acudía a las calles cercanas donde se intuía que se podía ver mejor al susodicho trepando por el domo hasta la base del pararrayos.

Y lo hacía eso sí muy lenta y hábilmente, portando en una mano, una lata con la que a modo de espátula raspaba las juntas de las piedras para limpiarle el musgo, y con la otra, un saquete con bombillas de colores amarillas y rojas, que unidas por un cable iba colocando por toda la panza perimetral del cimborrio, para decorarlo un poco supongo, y contribuir a dar un aire también festivo a la parte más alta del primer templo ourensano.

Aquello duraba varias horas pero no teniendo otra cosa que hacer, el personal callejero aguantaba embobado hasta el final de la operación, momento en que de manera espontánea era aplaudida como se merecía por los impertérritos observadores.

Luego necesariamente los abalorios lumínicos había que desmontarlos, y entonces la trepa del Barcas, días después del Corpus. se repetía.

De este par de habilidosos personajes (como de otros muchos referenciados en el artículo), se van de vez en cuando recordando algunas anécdotas y vivencias para que no pasen al total olvido. Quedan hoy pues reflejadas estas, para avivar la memoria de quienes los han llegado a conocer; así como satisfacer la curiosidad de cuantos simpaticen y se interesen por los personajes populares de tiempos pasados.

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