Opinión

Recuerdos urbanos

Estas cuantas reminiscencias de aquel ayer urbano de los 50-60 están comprendidas en flashes populares, que van quedando en la mente de los orensanos a través de los años intercalados hasta la actualidad.

La calle Juan XXIII. Nació como Avenida Diagonal. Se comenzó a abrir (la construcción) por la confluencia con General Franco. En el solar, en una cota mucho más alta de lo que luego ocupó la inclinada calle, había un descampado donde se jugaba al fútbol. A él se accedía escalando un muro desde la calle del Concejo. El escombro de la excavación fue a parar a la escombrera, que a la vez hizo más grande el campo de los Remedios. Sin duda la calle dio un aire de modernidad a la ciudad.

Y llegó el biscuter (1953) el popular zapatilla. Tengo la mente velada en quienes fueron los primeros poseedores, pero me acuerdo que naturalmente había muy pocos, y eran el orgullo de quien tenía uno de aquellos tan minúsculos vehículos. Después vino el gogomobil en el 55, y el Isseta, que se abría por el portón frontal, con las consabidas consecuencias de la indiscreción visual hacia las féminas ocupantes.

El sifón. La carbonatada de aquel momento. Popular sí, pero hasta en las “buenas mesas” estaba presente. En su alianza con un vino peleón agradaba al paladar; a un mosto bueno lo estropeaba. Recuerden aquella canción de Lilian de Celis “Vino tinto con sifón”… Hoy se cotiza el envase como elemento decorativo.

Anterior al Corpus. Se encaramaba a la cúpula de la Catedral un tal Barcas o algo así, con la misión de colocarle unas bombillas amarillas y rojas durante las fiestas (que por cierto no eran tan lúdicas como en la actualidad, sino mucho mas religiosas). Cuando se sabía que el hombre aquel iba para arriba, se llenaban los alrededores de mirones embelesados.

Cuando el cura no dejaba trabajar. En “domingos y fiestas de guardar” no solo estaba mal visto, sino que el “infractor” podía recibir una buena reprimenda si era sorprendido por el cura faenando, sobre todo en las labores del campo. Además de, según la “gravedad”, tener que confesar el pecado y pagarlo con la correspondiente penitencia.

El cornezuelo. En gallego llamado cornello. ¿Os acordáis? Eran unos espolones o cuernecillos negros que, como anomalía, le salían a las espigas del centeno. Su valor para la industria farmacéutica, (ya que parece que de él se obtenía el LSD) era alto. Los espigales sufrían el arrasamiento de quienes lo buscaban para venderlo por un elevado precio en las farmacias. Los sembrados quedaban como si hubiera pasado una manada de jabalíes. Todo daba igual con tal de ganar unas pesetas.

Pan aceite y azúcar. Que levanten la mano quienes no lo hayan merendado más de una vez. Hoy sería impensable, pero aquella popular y económica combinación para el bocadillo de las cinco supuso tener resuelta la alimentación de media tarde. Bueno, de media tarde y de otras horas del día.

Seguramente, ahora que habéis leído estas referencias breves, os vendrán a la memoria otras. Que las disfrutéis si aquellos recuerdos os gustan.

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