Opinión

Vivencias de otro tiempo

En los años 50-60 se empezaba en Ourense a dejar atrás la miseria producida por los efectos de la pasada contienda. El moderado optimismo daba pie al inicio del desarrollo urbano (no tanto económico), que se reflejaba también en el resurgir de personajes de característica popular celebres, o en referentes que en su justo nivel, dejarían huella.


El tonelero. Construía y surtía de “bocoies” para el vino a toda la provincia. Era una pasada verles fabricar “pipotes y cubas” en aquel angosto patio-taller, situado a la altura del 157 de la calle del Progreso.

“Cesta y puntos” (1968). Con la tele aún en blanco y negro, la ciudad está en la “palestra cultural” a través del concurso “Cesta y puntos”, en el cual el Colegio Maristas participa y resultan campeones. Ourense y la cultura de sus chavales sonó en España.

Orquestas Jo y Continental. Eclipsadas en las grandes fiestas de la ciudad por las de Pontevedra o A Coruña, practicaban sin embargo una melódica música de gran calidad, aun componiéndose solo de seis músicos cada una.

Festival del Miño (1965). Sin duda hizo sonar el nombre de Ourense a partir de ese año. Coincidía siempre con las fiestas de la ciudad. Estaba a gran altura y por él pasaron los mejores cantantes del momento.

Operación Tra.pa.bo.cha. (1960). La protagonizaron el Padre Silva y sus chicos. Novedoso, se recogieron muchos kilos de trapos, papeles, botellas y chatarra para ayuda a la Ciudad de los Muchachos. Un éxito que se repitió otros años.

D. Jesús Pousa (del Puente) y D. José Álvarez (del Couto). Dos curas atípicos que definieron una época en sus barrios. Cada uno con su gran personalidad; dejaron una impronta difícil de igualar. Siempre se hablará de ellos.

Las parejas de civiles. Vestidos de verde y enfundados en su capa, y con tricornio de charol negro, dejaban asomar tras la cabeza (como símbolo de fuerza y autoridad) el cañoncillo del fusil. Infundían miedo solo con ver su silueta en la lejanía. Estaban presentes en todos los saraos “por si a caso alguien se desmandaba”.

Balan. El hombre-orquestade Marín. Curioso personaje que imitaba al mismo tiempo varios instrumentos musicales. Se colocaba de espaldas pegado a una puerta, que le hacia de caja de percusión, y se marcaba rápidamente un pasodoble. Era un auténtico “chouman”.

Las meretrices de Villar. O “damas del pecado”, como había quienes las llamaban. Daban el bautismo de sexo a los que se acercaban a hacer una titubeante “incursión” aquella primera vez. Después vendría la confirmación, e incluso más tarde la penitencia, etc.

Tres líneas de “carritos” (1953). ¡Qué lujazo! Nº 1: Mariñamansa-Pino; Nº 2: Cruce de Piñor-Veintiuno; Nº3: Estación-Estación. Y además… ¡de hora en hora!


He esquematizado unos recordatorios que hicieron entrañable nuestra ciudad, cubriéndola con un halo de simpatía propia de aquella época. Y para que no se olviden en el tiempo, invito a que quienes otros recuerden, que los expongan. Hoy son, de alguna forma, legado histórico de los ourensanos.

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