Opinión

La fragilidad de la mente

De un tiempo a esta parte, abundan en las distintas plataformas de streaming, documentales sobre deportistas que han superado problemas psicológicos asociados a la presión que supone la élite.

Entrenamientos sin cuartel, presión por resultados, relaciones con familiares complicadas por la necesidad de cumplir los objetivos y distintos desórdenes mentales asociados a todo ello. En una época en la que la salud física y mental juega un papel clave, resulta curioso lo difícil que es encontrar el punto intermedio para no convertir a los atletas en “juguetes rotos” a merced de un sistema voraz, que no entiende de empatía, solo de ganadores.

El reciente caso de Mardy Fish, ahogado por la presión; las tácticas de entrenamiento de Michael Jordan (tan efectivas como destructivas) o los problemas de ansiedad de Naomi Osaka sirven para poner sobre la mesa la necesidad de replantear la pirámide deportiva a la hora de conocer y entender lo que sucede en sus cabezas, más allá de sus cuerpos.

También sería necesario replantear el concepto educativo y las edades a las que se convierten en profesionales, pero sin el trabajo de educación emocional de entrenadores, padres y deportistas será imposible conseguir este segundo punto.

Es momento de reflexionar si lo que se quieren es robots o personas. 

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