Opinión

Frena un plan suicida

Hoy se cumplen 20 años desde que la OMS instauró, cada 10 de septiembre, el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. Un fenómeno que la sociedad no consigue erradicar y que el covid acentuó. 

El suicidio está estrechamente relacionado con la infelicidad. Ninguna persona feliz, que no esté padeciendo psicológicamente en su día a día, toma una decisión de tal calado. Los individuos que consuman cualquier ideación autolítica quieren dejar de sufrir. Una aparente estabilidad económica, laboral, familiar o social no son sinónimo de bienestar emocional. Un ser que llega a ese extremo, renunciando a lo maravilloso de la vida y a las oportunidades que se presentan cada día, es una persona muy valiente que, por los motivos y las afecciones que vengan al caso, decide huir de una tortura brutal a nivel mental.

En una sociedad de prisas, de estrés permanente, de imposible desconexión digital y de, en algunos casos, explotación laboral, juega un papel muy importante el trabajo, donde pasamos muchas horas al día y a través del que podemos afrontar una jornada con optimismo o bajo la amargura más profunda. El trabajo nos permite disponer de un sueldo, de actividad física y mental o de contactos sociales, siendo muy importante para la salud general, pero también cuando el ambiente es infumable, nos somete a riesgos que pueden causar daños, enfermedades y/o accidentes. Para mejorar la salud mental en el trabajo es necesario seguir avanzando en las medidas de conciliación y salariales, incrementar las partidas destinadas a Prevención de Riesgos Laborales, modificar la ley en esa materia para una mayor acción, fortaleciendo la labor inspectora e incluyendo como enfermedad profesional el estrés y el acoso laboral. 

Otro de los motivos que, habitualmente, se encuentra detrás de un padecimiento psicológico intenso y que en muchos casos llega a incapacitar al individuo para seguir viviendo son los problemas de pareja. Sea cual sea el origen y el estado de la dificultad, siempre hay salida y entre todos debemos evitar esa estigmatización que se crea en torno a los trastornos mentales y al suicidio, que disuade de buscar ayuda a muchas personas que piensan en quitarse la vida o tratan de hacerlo y que, por lo tanto, no reciben la ayuda que necesitan. La prevención del suicidio no se ha abordado debidamente en nuestro país porque falta sensibilización sobre la importancia que reviste como problema para la salud pública y por el tabú existente que impide hablar de él abiertamente. Una situación que azota especialmente a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad pero que gracias a los Equipos de Intervención Psicosocial, a las Unidades Básicas Sanitarias y a recursos como ViveCNP o Ángeles de Azul y Verde está cambiando. 

Es muy importante la vigilancia de la salud mental y no solo la que llevan a cabo los médicos de familia o los servicios de salud laboral, la mejor observación es la que podemos hacer aquellas personas más cercanas a las del individuo que está pasando un mal momento o que lleva tiempo sufriendo en silencio. Hay una serie de signos de alerta que pueden indicarnos que detrás de esa apatía, descuido personal, adicción o comentario se puede estar cronificando una dolencia todavía reversible.

Cada uno de nosotros tenemos parte importante en a la hora de frenar un plan suicida: vigilando, acompañando, empatizando, convenciendo y en su caso alertando al 024 o a los servicios de emergencia.

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