Opinión

“La madre de la política”

No está el horno para bollos con lo de las mordidas -sus ramificaciones llegan a Valdeorras, según la prensa- de un ex asesor de un exministro, además de exresponsable de Organización de un partido ¡que se dice progresista! y está contaminando a un carrusel de políticos e instituciones. De cualquier manera, dejemos trabajar a la Justicia. Mientras de esto me enteraba y va saliendo a la luz, rastreaba las informaciones postelectorales de las autonómicas -se hace presente Neme para denominarlas “elecciones a la gallega”-, y entre que leo que Junts desafía al Gobierno al apoyar una petición para declarar la independencia, el PSOE avisa al BNG que tiene mucho voto prestado y el BNG propone ensancharse por la base, me inclino por acudir a la página de la hemeroteca de La Región y leo “Diez años de la época Ferrer”. Me detengo aquí, pues para mí “la madre de la política” está en la política local.

Siempre he hecho un reconocimiento público de los políticos dedicados a la política municipal, la local, como los más abnegados y responsabilizados con los ciudadanos (sus vecinos); están a su disposición sin límites horarios. Alcaldes, concejales, presidentes de las diputaciones y diputados se encuentran permanentemente activos en el ojo del huracán. Son los políticos más cercanos y los que ejercen la política en sus respectivos despachos y representaciones, como en el café, la calle… y hasta en los entierros, donde no es casual que un penitente se acerque a hablar con el político en las honras fúnebres, debido a esa relación de conocimiento y amistad familiar. ¡Nada nuevo! Y también es conocido que cuando un vecino tiene un problema acude al Ayuntamiento a hablar con el alcalde o el concejal responsable; y cuando el alcalde tiene una necesidad, se dirige al alcalde de los alcaldes, el presidente de la Diputación.

Consecuentemente, tengo en gran estima a los políticos locales. Son los que conocen y van a buscar soluciones a las situaciones de déficit de sus instituciones allá donde haga falta. Más de una vez escuché decir de los alcaldes que eran pedigüeños y mendicantes o no eran buenos alcaldes. También oí decir a más de un alcalde que todo político supraprovincial debiera haberse empapado previamente en la política local. Y en Ourense, una provincia tan dispersa, de 7.273 km2 y una densidad poblacional de 42 habitantes/km2, orográficamente difícil, hubo un político local que, aunque no lo conocí en su plenitud política, tuve referencias y la hemeroteca de La Región me lo confirma: David Ferrer.

Solamente por las declaraciones de Ferrer en la hemeroteca, datada en 1974, diagnostico que fue un municipalista como la “copa de un pino” y un adelantado a su tiempo. Hace Ferrer un resumen de sus diez años de actividad como alcalde y presidente de la Diputación: “Yo no he hecho absolutamente nada. He entregado diez años de mi vida, quizás los mejores, de los 36 a los 47… echando buena voluntad, buena intención, generosidad y alegría… siendo más interesante ser alcalde que presidente de la Diputación, porque estás más en contacto con la gente y conoces más de cerca sus problemas”. ¡Época Ferrer! Un municipalista con visión de futuro, hace 50 años.

Daniel Innerarity, en su libro “La trasformación de la política”, habla de que “lo que actualmente desacredita a la política no es una actitud autoritaria, sino la distancia entre lo que habría que hacer y lo que se hace, la discrepancia entre las palabras y los hechos”. Un alcalde debe conjugar sus palabras con los hechos; es clave en el éxito ante los suyos. Y saber el cuánto y el cuándo. Si así sucede, tiene la credibilidad de los suyos y de los demás, facilitando un buen resultado en las contiendas supramunicipales. En las autonómicas del 18F el PP obtiene en seis de cada diez ayuntamientos más de la mitad del respaldo electoral. ¡Qué importante disponer de una alcaldía! Pero que no sea como la alcaldía de Vigo, en manos socialistas…

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