Opinión

Boda, con encuentro boxístico

El titular no es fiel reflejo de lo que cabe suponérsele. Ocurre, que en ocasiones, ni siquiera sospechamos dónde se puede encontrar y aunar la historia con la emotividad. El emotivo e histórico encuentro tuvo su cenit en los prolegómenos de una boda, cuando hizo acto de presencia el ex campeón del mundo de boxeo, de los finales de los sesenta y principios de los setenta, José Legrá.


Indisimuladamente aparece a la ceremonia eclesiástica un tipo de piel negra, que acaba de salir del asiento trasero de un coche, andar entre vacilante y distraído, observando a un lado y hacia el otro, pero saluda a todo el que encuentra en su recorrido. Trajeado y nudo de la corbata bien pertrechado -cualidad reconocida en tiempos de gloria boxística-, pasa a nuestra altura y es cuando, además, apreciamos su nariz típica de los que han hecho guantes. Le susurran: ‘hombreee Pepe Legrá... el Puma de Baracoa...’.


Entonces se detiene, extiende el brazo para estrechar la mano, delata sonrisa cómplice y expresión orgullosa de quien se siente, a pesar de los años transcurridos, reconocido. Comenzamos la conversación, apelando a los recuerdos de aquel inolvidable combate -ahora sé que va a hacer cuarenta y un años- con el galés Howard Winstone, allá en su casa, para hacerse por primera vez campeón del mundo del peso pluma. El robo sufrido dos años después contra Famenchon: ‘fue un problema de intereses...’, expresa. Repetidamente da gracias, nombra la palabra de Dios a cada instante y el deseo de Dios le bendiga. Son expresiones fiel sentir de su conciencia. Conversamos del mucho dinero que pasó por sus manos, pero le fue quedando muy poco, por culpa de algún hijo de mala madre. Recordamos que en los últimos días apareció en el obituario la muerte del gran campeón nicaragüense Alexis Argüello, con quien hizo su último combate. A medida que comentábamos hazañas o retos deportivos con él, su respuesta sorpresiva se repetía: ‘Coño, no me digas, por Dios, pero saben ustedes eso, amigos...’.


Pero la emoción alcanzó su culmen al nombrarle a un amigo mío, también ex boxeador, que en más de una ocasilón le había oído hablar de José Legrá.


-¿Recuerdas a un tal Benito Canal, un peso pesado que llegó a campeón de España, afincado en Bilbao? Pronuncio lo dicho y como un rayo se mueve, cuales pasos rápidos y acompasados, como si estuviera danzando sobre el ring, para dar y no recibir. Por eso se le llamaba el pequeño Cassius Clay, y el Clay de bolsillo. Cara de sorpresa...


-¡Coño, Benito, un amigo mío! Hace tiempo que no sé de él... que Dios le proteja...


-Pues vive, desde hace años, cerca de aquí, a un par de kilómetros.


-No me digas... ¿cómo está Benito? Localizo a Benito Canal, los conecto telefónicamente, ¡sorpresa! y quedan ya para verse. ¡Qué decir tiene!: nos juntamos y, los recuerdos, entre ellos se amontonan. Relucen nombres de colegas, cada cual sabe de los suyos y opinan cómo les va la vida. Alguno ya no está, surge un elocuente silencio. Sorpresa emotiva y alegría desbordada hicieron que las conjuntivas oculares se hidrataran. ¡Recordar es ver volver!

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