Opinión

Diplomacia, ¿qué diplomacia?

En otros tiempos, en el tardofranquismo, se oía a la vuelta de cualquier esquina aquello de: el que tiene padrino se bautiza, y el que no, queda sin probar el agua bendita. Más tarde ya sabíamos, fruto de la lectura de nuestros clásicos, lo de: ¡poderoso caballero es don dinero! Actualmente se estila aceptar: solamente lo barato se paga con dinero. Y cuando de dinero se trata, todos son de la misma religión.


El caso es que el día de la feliz liberación de los tripulantes del ‘Playa de Bakio’ de manos de los piratas, la vicepresidenta del Gobierno puso profundo énfasis en el triunfo de la intensa ‘labor diplomática’ para la resolución del secuestro. Ya, al día siguiente, todos los medios se hacían eco de que la labor diplomática había consistido en pagar millones de dólares. ¡Qué poderoso caballero, don dinero! Se podría decir que la vicepresidenta, con la diligencia debida y el criterio justo, con una riqueza conceptual y no exenta de galanura literaria, ha querido mostrarnos la excelencia de la negociación diplomática. Sin reparar en que cuando, ¡albricias!, aparece un padrino económico, el mejor diplomático es el dinero y no el factor humano; una vez más, si no vamos con la verdad por delante y no diagnosticamos el problema, jamás le podremos dar tratamiento. Pero como nuestros políticos son así de ocurrentes, y sólo aprovechan las calamidades del momento para sacar tajada, recurren a la diplomática diplomacia. Nada nos debe resultar extraño, y promoción diplomática obliga, cuando sabemos de la casta diplomática de algunos diplomáticos y embajadores de Galicia en Sudamérica. ¿Para qué diplomáticos si tenemos dinero? Si debemos congratularnos de la salida airosa de la tripulación, como se dice para la ocasión sanos y salvos, es hora de aprovechar el momento para corregir las disfuncionalidades existentes y que han salido a la luz, y que pueden continuar poniendo en peligro el trabajo en la zona. ¡Y ahora con más motivo, al ver que ante el chantaje no se repara en la diplomacia económica! Solventada así la situación, se ponga ya a trabajar la verdadera diplomacia para prevenir tentaciones, y que no podamos decir que no sólo alimentamos tentaciones, que bien que las pagamos, sino que ante cualquier imprevisto no pagamos por recuperar la libertad.


La diplomacia como ciencia del conocimiento de los intereses y relaciones de unas naciones con otras, está para actuar ahí donde más interesa para los intereses generales. Y si existe una zona del mundo tan peligrosa como estratégica para la faena de la pesca, en la que los piratas se mueven como peces en el agua, es momento de entablar relaciones con los países de esa zona. Aprovechar su destreza marítima, ¿parece que la tienen, no?, para ofertarles ocupación; cooperación en la materia con los países, oportunidades, etcétera. No disponen de infraestructura ni de mercado, pero a lo que se ve disponen de riqueza natural. Si no es así, y dado que las necesidades en los humanos no entienden de derechos, nos veremos abocados a más diplomacia. ¡Pero a la del dinero!, que todo lo soluciona. ¿O no?

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