Opinión

Disenso y geometría variable


Es una realidad que nuestra sociedad y las instituciones de diverso tipo y finalidad han entrado, definitivamente, en momentos de continuo disenso. Y, además, de no llamarles a las cosas por su nombre en un afán de que desconozcamos de lo que se habla; se tergiversa la opinión del oponente, de tal manera que al final se estigmatiza y se distorsiona el mensaje. En cierta dosis y medida ha ocurrido a lo largo de la historia, pero hoy la discrepancia y el disenso y, consiguientemente, tener como réplica un sentimiento o filosofía de desacuerdo, abunda más que nunca, incidiendo además -¡maldito sea!- allí donde el entendimiento y la comprensión debiera ser la norma, por el bien del interés general. El caso es que en nuestra época el fervor por la mentira, la discrepancia… patrañas, se ha convertido en una constante diaria.

Dicho lo anterior –siento bien no saber expresarlo mejor- a nadie le es ajeno que, cada vez con más frecuencia, escuchemos y leamos la palabra “metaverso”; un “metaverso” como expresión justificativa a la que se recurre cada vez más, y tal como está el panorama es una palabra de lo más necesaria como expresiva de un universo más allá del que conocemos. ¡Hala! Como dice Neme: “Metaverso que te criou…”. Hubo necesidad de hacer caso y recurrir al “discrepar es inevitable y enriquece, la desconfianza entristece”, para darnos cuenta de que en la actual sociedad y en las instituciones, la desconfianza se quedó en mera anécdota a la hora del disentimiento.

Así como el Ejecutivo nacional echa mano de la “geometría variable” para continuar gobernando, que es una constante de los gobiernos minoritarios, que desde distintas condiciones buscan estabilidad y efectividad –o al menos parecerlo- ocurre que, tanto el disenso más absoluto como la geometría más variable se han instalado en la forma de hacer política, primero a nivel nacional y ahora de pleno en la local. Y, aunque sabemos que no hay mal que cien años dure, también es cierto que el mal y lo malo como arma arrojadiza defensiva se extiende como la pólvora. Así, desde hace unos años, se hizo familiar al oído escuchar el “no es no”; tajante negativismo de incrédula disposición a hacer política, que sin ofrecer alternativa nos deja en la inacción. El negarse a hacer política con el rival conlleva a dos búsquedas: a aliarse con formaciones minoritarias ya sean populistas o secesionistas y, cuando fallan aquellos, a buscar otros socios porque la ocasión lo requiere y las circunstancias son propicias para alcanzar el objetivo; es la geometría variable. Y aquí se acaba la lealtad como concepto de “calle con una única dirección”. ¡Pero qué importa la lealtad en nuestro tiempo!

Disenso y geometría variable se arrojan la potestad de servir de armas para tirar para adelante en las formaciones debilitadas. Con el disenso se distrae y, en el peor de los casos, aun da para crear estado de opinión. Con la geometría variable se hacen ejercicios de equilibrio, entreteniendo fructíferamente a unos y cuando haya necesidad recurrir a los otros. El caso es que disenso y geometría variable están instalados en la política nacional y en la local. Ya sabemos que toda doctrina, y buen o mal hacer público, tiene/lleva su tiempo de incubación hasta que afloran los resultados. Aquí, y para la ocasión, los resultados dependen de los electores, y está por ver cómo asimilan estas nuevas modalidades –disenso y geometría variable- al acudir a las urnas. Y mientras estas líneas acabo, leo una columna de Juan Manuel de Prada: “En nuestra época la mentira es un ‘metaverso’ que a todos nos abraza”. Al final siempre nos quedará saber aplicar el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.

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