Opinión

"No disparen al pianista"

Fue Oscar Wilde el que hizo famosa la expresión mientras visitaba Colorado, al toparse con carteles en salones e iglesias. Ello fue debido, según trascendió, a que en ese tipo de locales y cantinas del lejano Oeste, que se preciaban de cierta reputación, había un cartel que advertía: “Por favor, no disparen al pianista”. La advertencia no era baladí ya que el pobre hombre que hacía las veces de pianista interpretaba a duras penas con mayor o menor talento, y no tenía la culpa. Sin embargo nadie se metía con el dueño del local; el pianista no era el culpable de estar allí, pero acababa pagando los platos rotos.

Oídas y leídas las reacciones y exabruptos contra el ministro de Consumo, Alberto Garzón, por sus declaraciones en la prensa internacional –nada menos-, en las que denigra a todo un colectivo y critica al producto, yendo contra el crédito y reputación de un sector y, consiguientemente, contra la economía del país del que es ministro, no es de extrañar que se haya expuesto en el disparadero para recibir su bien merecido chuletón, y no de carne, precisamente; le hicieron un roto desde los presidentes de las Comunidades Autónomas del mismo color político al Gobierno, a la oposición, pasando por asociaciones del ramo… Y sabiendo las reincidencias de este ministro en sus declaraciones contra los intereses españoles, llueve sobre mojado su actitud. Con todo, ¿será posible que nadie se haya dado cuenta de que es el pianista, para pagar los platos rotos, de Sánchez Pérez-Castejón? No le disparen, por favor, que el jefe del local, dígase Gobierno, es otro.

Aún más, llama la atención la reacción de algun@s compañer@s ministr@s a la hora de excusarlo, al poner el acento de las declaraciones en el debe de que se realizaron a título personal o particular. ¿Será posible aceptar que tengamos un ministro del Gobierno de España, pagado con dinero público y con dedicación exclusiva, a tiempo parcial? Excusas de mal pagador, como que Sánchez Pérez-Castejón en vez de cesarlo –esto ya es harina de otro costal- se avenga a contestarle con que el “chuletón está imbatible” –eso ya me lo había contado Neme-, a modo de desagravio o quitar hierro al asunto. Y, así, el pianista continuará desentonando y siendo el blanco de todas las críticas… Por eso pido que no le disparen.

Sospecho la sucesión de ofensivas de reprobación, aunque si no dimitió antes no lo va a hacer ahora; y que creo a pies juntillas que el ministro Garzón, como el pianista del Oeste, no tiene culpa alguna de lo que dice, toca de boquilla para desviar la atención. Hace su cometido. ¡No le disparen al pianista Alberto Garzón!, al que le fue creado un Ministerio (el de Consumo), ad hoc, con intención; un Ministerio, entre los veintidós del Gobierno, para satisfacer las ansias políticas de un presidente, no por necesidad de este Ministerio y ministro; para que sea el blanco de las iras, cual pianista de Wilde, y al jefe del salón (presidente) lo dejen de lo más tranquilo. Porque si hiciéramos caso a los clásicos en aquel “res non verba” –hechos, no palabras-, un ministro está para responsabilizarse de la situación con hechos. En política las cosas primero se hacen y luego se cuentan, que diría el exministro Castells. No procede criticar, sí arreglar si fuese necesario, como parte del Gobierno de España. Pero como es el pianista está para lo que está, desentonar y acaparar el protagonismo

Si Sánchez Pérez-Castejón no tuviese a Alberto Garzón como el pianista en el Oeste, al menos le habría aconsejado aquel “más vale permanecer callado y que sospechen de ignorancia y necedad, que hablar y quitarle de dudas a cuantos escuchan”. No es el caso, no hace falta dar consejo alguno, está para lo que está, pero no le disparen, ¡por favor! Siempre nos quedará la sana, aunque sea tardía, intención que evocaba Azaña: los españoles hacemos lo razonable, después de haber intentado todo lo demás. Si ello no fuera posible, y a la vista de la perversa reincidencia en ser el pianista de la situación, siempre queda el recurso de ser supervisor de nubes, acostado en una hamaca mirando al cielo. Aunque no creo que para tal menester creen un Ministerio, teniendo en consideración el sentido de la medida como prueba de inteligencia. ¡Ahora sí!, el pianista de Oscar Wilde en el Oeste americano no tenía talento suficiente; el pianista de Sánchez Pérez-Castejón es reincidente, torpe y mentiroso.

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