Opinión

Doblemente anegados, escrupulosa observancia

Cuando se daba por sentado que, tras treinta años de anegación de las tierras, casas, aperos, edificaciones menores…, quedarían inevitablemente sepultadas de por vida y no habría vuelta atrás, la aldea de Aceredo en Lobios resurge; ha renacido de sus cenizas, cual ave fénix, y son multitud los que tienen la oportunidad de comprobar que recordar nos hace volver a vivir. Lo cual está conllevando otra anegación, tan impropia como atractiva, por parte de curiosos, turistas y público en general, que sorprende a los propios del lugar. La gente, guiada por el recuerdo, lleva días anegando el antiguo poblado. Lo narrado pone en el punto de mira al ayuntamiento de Lobios y alrededores, con una suerte de campaña turística impensada, tras aflorar la antigua aldea de Aceredo. La autoridad competente de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil “reitera que la institución que dirige actúa con escrupulosa observancia…”, sobre el caudal.

Pero, ¿quién, entonces, pudo y puede evitar, desde el último agosto, el descenso -por sobreactuación de los grandes empresas hidroeléctricas-, como nunca lo ha habido, del nivel de aguas? Alguien debiera prevenir, disuadir, saberlo; a no ser que los intereses económicos primen sobre la fauna, la flora piscícola, caudales ecológicos, etc. Y aquí todos quietos y mudos. Aunque siempre nos queda Portugal; el gobierno portugués tomó el rábano por las hojas y restringe el uso hidroeléctrico, decisión que gusta hasta a los alcaldes de la parte española del embalse. ¿La autoridad de nuestro país?: “missing”, o protestando por las sanciones que le está imponiendo la Xunta; ¡eso sí!, con “escrupulosa observancia”. ¿Las grandes empresas beneficiadas de la sangría ecológica y medio ambiental?: solicitando a los ayuntamientos que impidan la visita de turistas y curiosos al territorio renacido de sus cenizas, con el simple objetivo de evitar el anegamiento humano; ¡no!, más bien para prevenir estado de opinión al respecto. ¡Como para agradecérselo! 

Nos informa La Región, a finales de enero, que “la falta de lluvias, unido a que algunas de las presas más vaciadas siguen vaciándose, impide recuperar el nivel que deberían tener los pantanos”. O sea, para la ocasión, se juntan el apetito con las ganas de comer, y nadie pone coto. ¡Ah!, la autoridad competente está con “escrupulosa observancia”. Y todo ello contrasta sobremanera tras la celebración hace sólo unos meses -en noviembre- con las conclusiones y/o recomendaciones de la Cumbre de Glasgow sobre el Cambio Climático, donde una de esas recomendaciones fue la de que el caudal de las presas se adapte al cambio climático para la preservación de la biodiversidad; y para tal objetivo se hace necesario establecer niveles mínimos de caudal en los embalses. Que el aprovechamiento energético sea compatible con el abastecimiento y la biodiversidad… Que no me vengan a aclarar que se están respetando los caudales ecológicos, ya que si cualquiera de nosotros retirase agua del embalse –y ya no al punto de dejarlo al 20% o menos de su caudal, como sucede- ya pendería de su bolsillo la correspondiente advertencia y sanción. No se quedaría solamente en la “escrupulosa observancia”.

Comenta Neme, que ningún tiempo pasado fue mejor. Pero por una parte la autoridad española, que mantiene la “escrupulosa observancia”, nos permite volver a contemplar Aceredo tras treinta años; y por otra la empresa hidroeléctrica que gestiona el embalse clama a los alcaldes y alcaldesas que impidan visitar el pasado. Pero aún así, doblemente anegados pese a la escrupulosa observancia.

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