Opinión

Luz, luz, luz...

Todo el verano, y ahora mismo, el tema estrella y de actualidad es el de la subida del precio en la factura de la luz. Fue y es motivo de conversación sobre la arena del río y del mar y en todo tipo de tertulias y conversaciones. El malestar es evidente. Como me recordó Neme: la gente sólo salta cuando le rascan el bolsillo. Y cuando la luz ha subido, desde la llegada de Sánchez Pérez-Castejón en 2018, cuatro veces más que los sueldos y seis más que las pensiones, no vislumbrándose a corto plazo ninguna solución –la ministra del ramo dice estar trabajando en ello- resulta evidente la resignación y cabreo. Y lejos de enmendarlo con hechos, el señor Sánchez nos motiva con palabras: “El precio de la luz habrá descendido a final de este año al nivel que tenía en 2018”.

Luz, luz, luz, es lo que exclamaba Goethe en el lecho de muerte, acostumbrado como estaba a vivir el esplendor del llamado Siglo de las Luces (el XVIII). El autor de “Fausto” fue un hombre iluminado -en el buen sentido de la palabra iluminado- y la luz que exclamaba en el momento agónico es la que quería para iluminar las mentes de los hombres. Una exclamación agónica como vital, que no costaba dinero, pero digna de súplica… La luz, en este caso la luz solar, fue objeto del deseo de algunos estudiosos, que reconocieron que la personalidad triste, e incluso melancólica, de los londinenses se debía a la bruma sobre la capital de Londres. Jovellanos pedía luces para regenerar la política y para aplicarlas a la educación. Hoy los españoles imploran que primero se detenga y después disminuya el precio de la factura de la luz, que ya está en máximos históricos. Hasta ahora, evocación inútil.

Pero hete aquí que sale a la palestra Sánchez Pérez-Castejón y, en su sempiterna muestra de optimista antropológico, nos transmite tranquilidad: “El precio de la luz habrá descendido a final de este año al nivel que tenía en 2018”. Si los precedentes nos constatan que, con Sánchez Pérez-Castejón por el medio, lo que no es mentira es falso, no tenemos la menor duda de que la ministra de Transición Ecológica, señora Ribera, estará, sin embargo, manos a la obra, dando el do de pecho para cuadrar los números que, al cabo de poco más de tres meses, el problema debe estar resulto, para no continuar solicitando luz, luz, luz, más barata. Poco tiempo para hacer mucho y mucho tiempo de espera para dar luz en la agonía de Goethe. Pero… ¡qué contradicción!, pues el ministro de Seguridad Social, señor Escrivá, niega la mayor; o sea, que los españoles estemos pagando el doble por la electricidad, que “lo que estamos viviendo son efectos en mercados mayoristas con efecto limitado en el consumidor”. Si ustedes entienden al ministro como yo entiendo la lectura del recibo de la luz, no entenderán nada. ¡Todo en orden! El presidente del Gobierno y la ministra no tendrán que preocuparse ni del precio de la luz ni de plazos.

Hoy, cualquier ciudadano con un mínimo de sentido común y aún siendo acérrimo partidista, exigirá a la democracia lo mismo que exclamaba Goethe momentos antes de morir: “Luz, luz, luz”. Pero no la de imposible precio. Aunque, como no hay más ciego que el que no quiere ver… desde el Gobierno continuarán instalados en un “deixar ir indo” que, con el tiempo y por generación espontánea, todo se solucionará. Eso sí: el “continuamos trabajando” es su máxima. Yo, sin embargo, digo que continúan argumentando; ya que no me dirán si no es de traca argumental lo del ministro Escrivá: “El impacto de la subida de la luz en la factura que recibe el consumidor es limitado”. Luz, luz, luz… ¡Hágase la luz!

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