Opinión

Qué "broma" se traen las hidroeléctricas...

Que los vecinos de los ayuntamientos rurales, que albergan embalses, se sienten “esquilmados y apaleados” –titular del anterior artículo sobre la actual problemática de las hidroeléctricas- es un hecho fehaciente y, además, sin parangón; porque es coincidente, ¡paradójicamente!, el expolio por sobreexplotación de estas empresas con el precio récord de la energía eléctrica. ¿Esquilmados y apaleados?, se dirige a mí, al coincidir en la calle, un conocido, haciéndome ver que le parecía un poco exagerado el titular, etc., etc. Le comento que cuando muchos de estos embalses encontraron serias dificultades para su construcción, entre otras razones por la oposición vecinal, al observar extensiones de tierras del rural anegadas bajo el disuasorio y convincente argumento de los beneficios que traerían las nuevas infraestructuras a sus ayuntamientos, sin embargo asistimos atónitos a todo lo contrario: anegación, falta de agua, electricidad carísima, las eléctricas haciendo el negocio del siglo y ninguna administración con responsabilidad en la esquilma dice nada. La conversa no pasó de ahí, aunque la noticia del día era que el precio de la luz bate un nuevo récord mientras Competencia detecta que varias eléctricas ocultaron subidas de precios con los nuevos tramos horarios. ¡Cómo para sentirse apaleados! Abro el Facebook y al artículo un amigo me responde: “Un latrocinio. Empresas, empleo, competitividad y renta de las familias dependen de un precio nada transparente y un agravio para las tierras productoras y despobladas”. Me ratifico: estamos en situación de “Esquilmados y apaleados”.

Por consiguiente se hace necesario cambiar, un giro drástico, y tenemos la oportunidad de hacerlo. Acabar con la “broma” de las hidroeléctricas. En diciembre del 2020, Campo Vidal fue el encargado de leer en Madrid el “Manifiesto sobre el futuro de las concesiones hidroeléctricas en España”, con motivo del fin de las concesiones en los próximos años. Manifiesto con gran carga en su razón de ser y que está argumentado del siguiente tenor: “Las Centrales hidroeléctricas, como generadoras de energía eléctrica, fueron parte indiscutible en la estrategia del desarrollo económico y social del país… actuando como motor de su crecimiento económico… Pero hay una vertiente de la generación eléctrica que desde el primer momento fue la gran olvidada en este proceso de desarrollo: el impacto medio ambiental y socioeconómico que estas infraestructuras produjeron y producen en los territorios implantados, en general en zonas rurales”.

Aquí reside la problemática y es fácil de contrastar con sólo cerciorarse de los acontecimientos actuales: 1. Los ríos ourensanos generaron 5.000 millones en dos décadas (La Región, el 22 de agosto). 2. Los ayuntamientos con embalses han perdido el 64% de su población (La Región, el 23 de agosto). 3. La construcción de las presas no se revela como aliciente para frenar el éxodo de sus habitantes. Considero, entonces, que al titular de Campo Vidal en su libro “La España despoblada, al exponer que “sin obras hidráulicas, España se hubiera despoblado antes”, también le podríamos mentar que el impacto causado fue alto, ya que los pueblos afectados ahogaron y llevaron por delante valiosos cultivos, además de que muchos proyectos hidroeléctricos se ubicaron en zonas de gran valor ambiental. ¿Qué sería de estos territorios y sus gentes sin ese impactos perniciosos?, aún a sabiendas que la electricidad es un bien, aunque no a cualquier precio…

Ourense es gran cedente en energía eléctrica a costa de impactos de todo tipo negativos. Tal y como está la situación la primera exigencia es el cumplimento de la legalidad; como hemos dicho en el artículo anterior hacer valer la Ley de Aguas en su artículo 55. Y después, según vayan acabando las concesiones, no queda otra que plantear la necesidad de revertir esta “deuda histórica” por llevar décadas soportando explotaciones y que a día de hoy es un expolio por sobreexplotación. Es necesario la compensación de los territorios por los servicios ambientales que prestan al sistema y a la sociedad, y que son fundamentales para garantizar la disponibilidad de recursos hídricos de calidad y de energía hidroeléctrica, tal como leyó Campo Vidal con el manifiesto de Femembalses.

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