Opinión

Papá

Tras semanas y semanas de angustia vírica, con pronóstico, más que reservado, catastrófico; con decenas de miles de mártires por la inoperancia probablemente culposa de aspirantes a verdugos, es llegado el tiempo de buscarle, hasta a esto, su lado bueno. 

Empecemos por la emancipación, que en sí misma siempre es esperanzadora. La emancipación, ese momento en el que los hijos salen de casa para comenzar una nueva vida, ese momento vital vivido, en ocasiones, con ciertas dosis de dramatismo, pero tan necesario como enriquecedor, tan natural como útil. Algo similar ha traído, está trayendo y, sobre todo, traerá esta crisis.

Ha llegado la hora de la emancipación, la de los españoles respecto de nuestro padre postizo, del padre institucional que tanto bien nos quiso hacer pero, como todo padre híperprotector, tanto nos mimó, tanto nos malacostumbró. Papá Estado ha estado siempre ahí, demasiado; dándonos cobertura en nuestros momentos de zozobra, dándonos asistencia, a veces en demasía, a veces invalidándonos. Otorgándonos a sombra cuando calentaba el sol (con lo que curte el sol…). Ha llegado la hora de que salgamos de debajo de sus faldas, de que comencemos a trazar nuestro camino. Con el tiempo veremos como innecesarias y contraproducentes tantas cosas que nos parecían imprescindibles durante nuestra infancia institucional

Eso sí, también ha llegado la hora de que Papá nos deje hacer, de que deje de vigilar todo lo que hacemos, de que no tengamos que pedirle permiso (o licencia) para hacer esto o lo de mas allá, eso es la emancipación. Papá Estado estará ahí, como también lo siguieron estando nuestros verdaderos padres, pero ha de comenzar nuestra verdadera vida. Con el aire fresco nos daremos cuenta -no sin rabietas y pataletas previas- de que nos irá mejor, porque asumir la responsabilidad asusta pero libera. Caerán falacias: Con papá cerca nunca nada te va a pasar, o con un papá grande y fuerte todo nos irá mejor.

Tampoco podremos, obvio, echarle la culpa de todo. Y es que… cuanto menos Estado mejor Estado. Los españoles han de asumir que su vida depende de ellos, porque un padre no es que no quiera, es que no puede sustituirles (filosófica, pero también, a partir de ahora, económicamente) en su toma de decisiones y en la asunción de las consecuencias que de ellas se deriven. Hemos de emanciparnos si realmente queremos, de verdad, ser prósperos y libres. Hemos de recobrar el protagonismo de nuestra vida.

Papá solo habrá de intervenir en los casos justificados, asegurando que ningún individuo concreto se quede al margen; ahora bien, individuo honrado, esto es con ganas de prosperar, de trabajar, de luchar, de arriesgar, es decir, de emanciparse.

Tiempo al tiempo.

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