Opinión

Vilanova tenía una virgen

No se crea el lector que ha desaparecido la devoción y hasta la pasión que la villa de Vilanova dos Infantes sentía por la Virgen del Cristal. Esa devoción secular la llevan inscrita en su corazón todos los vecinos de Vilanova y alrededores y no es la presencia de la minúscula imagen la que principalmente la sostenía sino la devota tradición ínsita en su gente desde su nacimiento. Lamentablemente la pequeña imagen por el momento ha desaparecido, pero en su lugar queda un icono en el corazón, un recuerdo, un sentimiento, un pentagrama, un himno, unas notas que suenan y seguirán sonando con más fuerza que nunca en cada vilanovense.

La novena a la Virgen cuyos ecos han resonado desde tiempos inmemorables con fuerza en toda la comarca, la fiesta del 15 de septiembre, la bella plasticidad multicolor y galanura de los danzantes, el entorno festivo del campo circundante con las atracciones para niños y mayores, la música, las tiendas y las pulpeiras seguirán dando vida y aire festivo a un mes de septiembre que celebrando los dolores de la Virgen los entiende como origen de nuestra redención y futura glorificación. Bien es cierto que a todo esto no será ajeno el recuerdo cariñoso de un párroco sencillo y entregado que por la Virgen del Cristal adornó su templo con una bóveda de granito, levantó un altar al aire libre en un extremo del campo para acoger en las celebraciones eucarísticas la concurrencia de devotos, vivió una vida ejemplar de ayuda a los más pobres y necesitados y murió en circunstancias que todavía hoy no sabemos explicarnos.

Las fiestas de Vilanova, aunque no reconocidas como tal en su estricto sentido, constituyen un patrimonio inmaterial del que Vilanova seguirá sintiéndose siempre orgullosa. Patrimonio que pertenece por igual al pueblo que lo vive y hace realidad cada año y a la Iglesia que con sus creencias ha dado pie y sigue patrocinándolo con los cultos y la fe en su virgen venerada y querida. Y una vez más pone de manifiesto que en nuestra Galicia han de ir siempre de la mano, sin inmiscuirse pero también sin estorbarse y en lo posible cumplimentándose, todos los elementos que conforman la realidad de la piedad popular que constituye base esencial para la conservación de la fe de nuestro pueblo. Vicente Risco nos hubiera dicho seguramente que en estas prácticas piadosas se esconden reminiscencias celtas de aquellos sacerdotes druidas para los que su templo era la misma naturaleza gallega, obra maravillosa de Dios, que al dibujarla puso en el intento los mejores colores y pinceladas salidas de sus manos. Así estaba abonado el terreno para la llegada del cristianismo.

También es de suponer que esta religiosidad mariana guarda ecos de los rezos de las monjas del monasterio de Santa María fundado en Vilanova por Santa Ilduara madre de San Rosendo y del que fue abadesa hasta su muerte y traslado, por voluntad de su hijo, a la abadía del monasterio de Celanova donde reposan sus restos. Añadamos finalmente que esta devoción ha sido bellamente cantada y poetizada en la leyenda “A virxe d'o Cristal” en su obra “Aires da minha terra” por el celanovense Curros Enríquez, ilustre poeta “do rexurdimento galego” que recoge estos versos del pueblo: Rapazas de Vilanova, /ben vos podedes gabar, /que non hai virxe no mundo /como a Virxe do Cristal; y en un momento de su poema dedica a la Virgen esta estrofa:Ela é de tristes agarimo, de pobres esperanza, /dos namorados guía, sostén do labrador, /canto de Deus quixere, tanto de Deus alcanza, /non hai quen lle non deba consolos e favor.

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