Opinión

Biden marca el paso

Los primeros cien días de cualquier presidente estadounidense suelen ser claves para reforzar el liderazgo obtenido en las urnas tres meses antes. En ese tiempo, Joe Biden ha dado pasos muy significativos. En la buena línea ha devuelto a EEUU al Acuerdo de París sobre el clima y a la OMS, ha ideado un plan de vacunación envidiable y ha firmado un plan de estímulo económico de 1,9 billones de dólares. Por el contrario, también ha comenzado su mandato avivando las tensiones con Rusia y China y la presión migratoria en la frontera con México está alcanzando los niveles más altos de los últimos veinte años.

En una serie de declaraciones inesperadas, Biden ha abierto la puerta a que las grandes fortunas paguen más impuestos y a liberar las patentes de la vacuna de la covid-19, una medida que no solo no ha dejado indiferente al resto de mandatarios mundiales, sino que ha propiciado que este mismo viernes los líderes de la UE hayan mantenido una reunión informal en Oporto para tratar este asunto que cada vez más partidos políticos de todos los estados miembro venían reclamando.

Las primeras reacciones no tardaron en llegar. Mientras la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, abre la puerta al diálogo, España secunda a Biden en el hecho de suspender temporalmente las normas de propiedad intelectual que protegen las patentes en el marco de la Organización Mundial del Comerio de manera que se facilite un acceso universal y equitativo a la vacuna y Alemania se muestra radicalmente en contra, justificando que lo que limita la producción de las vacunas es la propia capacidad de producción y los estándares de calidad, pero no las patentes.

Sea cual sea la decisión final de la UE, lo que es evidente es que las excusas que se ponen sobre la capacidad de los países para producir vacunas es un falso dilema, puesto que se ha demostrado que estos son capaces de elaborarlas en un breve espacio de tiempo si cuentan con el asesoramiento adecuado. Y unas vez más se pone de manifiesto que la salida de esta crisis debe ir más por la vía de facilitar a los países pobres un acceso justo a la vacuna producida de forma barata, más que a través de la caridad con las vacunas sobrantes de los países desarrollados, o dilatando el proceso dadas sus dificultades económicas.

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