Opinión

Carlos III y Reino Unido: todo atado y bien atado

El Reino Unido vive conmocionado por el anuncio de que el rey Carlos III tiene cáncer y deberá someterse a un tratamiento muy estricto que determinará un equipo médico una vez se tenga toda la información analítica. Previsiblemente tendrá que ser sometido a radioterapia o quimio y determinar después si es necesaria una intervención quirúrgica.

La situación significa que el rey deberá abandonar su agencia pública durante semanas, probablemente meses, aunque de momento mantendrá su agencia de Estado. Es decir, las reuniones semanales con el primer ministro Sunak para tratar asuntos de gobierno, tanto los nacionales como los internacionales -hoy tan preocupantes- y también, si es necesario, reuniones con miembros de las instituciones. Todo dependerá de su estado de salud y cómo reaccione al tratamiento.

La mencionada conmoción sin embargo tiene más que ver con el afecto al rey Carlos y el respeto a su persona y a la Corona, que con una preocupación por los asuntos de Estado y los relacionados con la Monarquía, Una institución que apoya la inmensa mayoría de los británicos debido en gran parte de la personalidad de la reina Isabel II, que supo llevar con brío y sacrificio las riendas de la dinastía en tiempos difíciles.

El Reino Unido tiene todo atado y bien atado en los asuntos relacionados con la Corona. Y ante la enfermedad de Carlos III, que coincide con una grave operación que acaba de sufrir Kate Middleton que llevó al heredero Guillermo de Gales a aparcar parcialmente su agenda pública para dedicar más tiempo a su mujer e hijos, la única tranquilidad es que todo lo concerniente a cómo actuar ante esta crisis está perfectamente diseñado.

El rey continuará mientras pueda con su trabajo de Estado ya descrito, mientras que sus responsabilidades públicas serán realizadas por su familia directa: su esposa Camila, su hijo Guillermo -Henry se autoexcluyó de las obligaciones reales hace tres años y vive en Estados Unidos- y sus hermanos Ana y Eduardo. Son los llamados consejeros de Estado, una institución de la Corona, que asumirá, por ese orden, la agenda pública del rey.

Cuando solo ha transcurrido año y medio desde el fallecimiento de Isabel II, y apenas diez meses desde la Coronación de Carlos III, la dinastía Windsor vive una situación impensable, con la necesidad del rey de renunciar temporalmente a parte de sus compromisos, que asumirán fundamentalmente su mujer y su hijo heredero.

Hace unos años, seria inimaginable que Camila, tan rechazada por la casi totalidad de la opinión pública, se convirtiera en lo que hoy es. Con su actitud serena, de dedicación plena a su marido y a su compromiso institucional, más sus gestos de cercanía con la población, consiguió con el transcurso del tiempo convertirse en una de las personas más apreciadas de la Familia Real. Tanto, que Isabel II, que describió con desolación aquel “annus horribilis” le tenía un profundo afecto y admiración. Decidió, personalmente que, cuando muriera, fuera nombrada reina.

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