Opinión

Chalecos amarillos contra Macron

La Francia rural, la del extrarradio, la de la castigada clase media, “la clase que apenas llega a fin de mes”, como la ha calificado la Fundación Jean Jaurès, se ha levantado contra Macron. La Fundación, próxima al partido socialista, y que analiza los movimientos sociales promoviendo los ideales de las democracias, sigue con el máximo interés ese movimiento que agrupa a centenares de miles de personas que, con los chalecos amarillos que llevan quienes necesitan hacerse ver cuando hay poca luz o en situaciones de emergencia, protestan de una forma muy particular contra las medidas económicas de Macron.

Esa forma particular ha provocado focos de violencia, sobre todo en París, pero los “gilets jaunes” crecen por toda Francia con acciones en la mayoría de los casos muy alejadas de las formas propias de los antisistema: se acercan con buena cara a quienes toman un café en las terrazas para explicarles sus reivindicaciones, o a los automovilistas que paran en un semáforo o reducen la velocidad en las rotondas, crean performances para llamar la atención… pero son drásticos en sus críticas a Macron, al que acusan de llevar a los franceses a la ruina. Ha bajado el nivel adquisitivo, subido los impuestos, se han incrementado los precios, el recibo energético es cada vez más caro y docenas de miles de familias de clase media no pueden mantener el nivel de vida de hace unos años.

Aparte de las acciones de violencia, sobre las que el Gobierno pone el acento, la forma de actuar de los chalecos amarillos está provocando una simpatía social generalizada, lo que preocupa al gobierno porque está calando en colectivos que habitualmente no se sienten concernidos por las manifestaciones reivindicativas tan habituales. No tienen un líder ni tampoco están organizados, por lo que es difícil para el Gobierno encontrar un interlocutor que represente a esos hombres y mujeres de todas las edades y clases sociales que con un chaleco amarillo expresan su disconformidad con un Macron que, cuando era ministro de Hollande, ya destacó por la dureza de sus medidas económicas.

Macron llegó al Elíseo como el presidente que, sin partido, logró imponerse a los grandes hombres de la política francesa. Sin embargo, ha perdido su aureola antes de llegar a la mitad de su mandato y los “gilets jaunes” están haciendo un importante roto a una imagen que parecía impoluta.

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