Opinión

El conflicto que la UE no olvida

A menos que se produzca algún incidente armado entre los separatistas prorrusos y el ejército ucraniano, en la frontera oriental de este país, el conflicto que se libra por evitar la anexión de esta franja de tierra a la Madre Rusia parece dormido y en un impasse en el que no se atisba ninguna solución, puesto que los acuerdos de Minsk de 2014 que prevén que la frontera este de Ucrania vuelva a ser controlada por las autoridades de Kiev sigue sin cumplirse, ni tampoco se ha procedido a la retirada de armamento pesado de esa zona, ni se cumple en su totalidad el alto el fuego entre las partes.

Ante la evidencia de que la tensión se mantiene en la zona, la cumbre de la Unión Europea ha decidido prorrogar durante seis meses más las sanciones económicas a Rusia, cuya mano está detrás del apoyo a los rebeldes que pretendieron en esta área hacer lo mismo que unos meses antes de que comenzara el conflicto había ocurrido en Crimea y conseguir la anexión de Rusia, dentro del no declarado, pero evidente intento del Kremlin de recuperar el control de aquellas zonas rusófilas que perdió con la independencia de los países de la antigua Unión Soviética.

La Unión Europea no puede dejar pasar la agresión a un país independiente que busca su acercamiento a Europa –esa es la base de todo el conflicto que ha atravesado Ucrania en los últimos años- y que si queda sin respuesta no hace sino incrementar el temor de otros países, cuya cercanía a Rusia les hace temer cualquier arrebato de imperialismo que les retrotraiga a una situación de hace casi treinta años, y de hecho la OTAN ha incrementado el despliegue de fuerzas militares en los países bálticos y en Polonia.

Sin duda las sanciones económicas están produciendo un daño importante a la economía soviética porque afecta a sectores sensibles para su desarrollo como el financiero, el tecnológico para la extracción de petróleo o las tecnologías de doble uso. Por su parte el Kremlin mantiene también las sanciones hasta finales del próximo año a las importaciones agroalimentarias de los países de la Unión Europea y haciendo de la necesidad virtud saca pecho afirmando que así se lo piden los productores nacionales que se hacen así más competitivos, mientras que favorece el desarrollo tecnológico local en una especie de nueva autarquía.

Y mientras el gobierno ruso afirma que no retirará las sanciones económicas puesto que no fue él quien inicio esta escalada, sigue haciendo caso omiso del cumplimiento de los acuerdos de Minsk. Pero a los líderes europeos reunidos en Bruselas no se les olvida que tienen un conflicto latente a las puertas de sus fronteras cuya causa son las ansias imperiales de Vladimir Putin, y que este conflicto se acababa en cuanto que él diera la orden de que se restableciera la paz, lo que permitiría a las autoridades de Kiev desarrollar un proceso de autonomía para las regiones prorrusas. Pero sin anexión.

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