Opinión

Cowboys de mediodía

Agentes a caballo de la Patrulla Fronteriza de Texas, un cuerpo federal, atosigan, persiguen y fustigan a migrantes haitianos que han puesto el pie en territorio estadounidense, tras cruzar el río Bravo, y la imagen retrotrae a las de aquellos guardianes de los campos de algodón que perseguían a los esclavos que huían. Ahora los perseguidos son también negros, haitianos, que han huido de su país para ponerse a salvo de la inseguridad ciudadana, de la inestabilidad política, mayor aún desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse, de la pobreza congénita, de una naturaleza que periódicamente se lleva por delante haciendas e ilusiones.

Un país en el que el 60% de su población vive con menos de dos dólares al día es un semillero de emigración. Aquellos haitianos que han puesto en juego su vida y sus escasos recursos en manos de las mafias se han encontrado con que al llegar a la frontera con Estados Unidos las puertas están tan cerradas como en la etapa de la presidencia de Donald Trump. El nuevo presidente no ha cumplido su promesa de cambiar las leyes migratorias de tal forma que los migrantes irregulares se encuentran con que son expulsados de nuevo a México o a otros países centroamericanos donde tiene que esperar la resolución de su petición de asilo, y en su caso repatriados, de tal manera que hasta el enviado especial de Joe Biden a Haití ha dimitido por el trato que reciben los haitianos en la localidad de Del Río donde se encuentran hacinados.

La falta de una nueva política migratoria de la Administración Biden se encuentra detrás de una situación que le está generando una buena parte de las críticas a su gestión; en primer lugar, porque las deportaciones están en el mismo nivel que las de su predecesor, porque las detenciones de personas que han intentado pasar la frontera estadounidense se encuentran en el mayor índice de los últimos veinte años. Todas estas circunstancias, unidas a la crisis provocada por la llegada de hatianos engañados por los “coyotes”, y por una serie de bulos que han hecho correr que tendrían las puertas abiertas de Estados Unidos ha generado que hasta un buen número de representantes demócratas hayan pedido por carta a Joe Biden que cese las deportaciones.

Haití es un Estado fallido y por ese motivo es uno de los países más pobres del mundo, en el que el terremoto de 2010 que dejó 200.000 muertos y el país devastado, animó a muchos haitianos a buscar el camino de la emigración, con Estados Unidos como estación término de su viaje. Pero se han encontrado con el “muro invisible” de un país con sus fronteras cerradas y con un “muro de acero” formado por centenares de furgonetas policiales que les cortan el paso.

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