Opinión

Cumbre en el Elíseo sobre Ucrania

Macron  se da un respiro tras una semana de paralización de su país en protesta por la reforma de las pensiones. Un respiro gracias a su política  internacional,  con su iniciativa de reunir en el Elíseo a Merkel, Putin y el nuevo presidente de Ucrania,  Volodimir Zelensky, para abordar el conflicto que se vive en Ucrania desde hace seis años y que se ha cobrado 13.000 víctimas.  

Un acuerdo preferencial entre Ucrania y la UE provocó el furor de Moscu,  que desde dentro animó el espíritu pro ruso entre las provincias del Este que siempre se habían sentido más cerca de Moscú que de Kiev; al mismo tiempo Rusia se anexionaba la península de Crimea, que también había sido rusa en el pasado. Desde entonces, una guerra abierta entre las milicias de las provincias del Monbar, apoyadas por Moscú, más el ejército ucraniano, ha llevado a Ucrania a una guerra  que parecía estancada desde que se rompieron las negociaciones hace cuatro años en el 2014, precisamente cuando se reunieron en un castillo de Normandía los presidentes de Rusia, Ucrania, Alemania y Francia que habían acudido en Normandía a los actos con los que se conmemoraba el desembarco de los aliados en las playas de esa región francesa y que dieron paso al fin de la Segunda Guerra mundial.

El propio Macron resumió en dos palabras, tras la reunión de 8 horas en el Elíseo, el resultado del encuentro: “No hay soluciones milagro”. Efectivamente el milagro estaba en la reunión en sí,  que tendrá prolongación con un nuevo encuentro del grupo en el mes de marzo para seguir hablando.  Los avances no han sido importantes –liberación de prisioneros antes de fin de año, y cuestiones humanitarias-, pero se ha llegado al acuerdo de preparar el terreno para avanzar, en el próximo encuentro, en asuntos como el control de fronteras,  el desarme de las milicias separatistas del Donbar y el cumplimiento de los acuerdos de Minsk, que recoge todos esos aspectos. Y, también, la posibilidad de celebrar elecciones  en las provincias separatistas del Donbar y que tanto Kiev como Moscú acepten el resultado.

No ha habido milagros, pero por primera vez se han asentado bases, con fechas marcadas, para que el problema de Ucrania  pueda  encaminarse hacia una solución.

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