Opinión

Donald Trump en estado puro

Inició su campaña en Florida, todo un símbolo. Era el Estado que los demócratas estaban seguros de ganar en las elecciones anteriores, pero votó masivamente a Trump, que supo cómo llegar al exilio cubano con sus propuestas de dureza contra el presidente de entonces, Raúl Castro.

En Orlando, ante un público convencido, fervoroso, encendido, que gritaba “enciérrala” cada vez que el presidente pronunciaba el nombre de Hillay Clinton, Trump fue Trump en estado puro: el slogan “Hacer grande América” lo ha cambiado por “Mantener grande a América”, acusó a los candidatos del partido demócrata de arremeter contra los valores estadou-

nidenses, criticó a China por su política comercial, a Venezuela y a Cuba, y agudizó su discurso antiinmigración que tan buenos réditos le ha dado en cuanto a apoyos populares y tantas críticas ha cosechado entre aquellos que defienden la solidaridad ante los más desfavorecidos.

Trump ha conseguido en su mandato de cuatro años un crecimiento económico superior al que él mismo se había marcado, con unas cotas de empleo que hacía décadas que no conocían los estadounidenses. La cara amarga de ese mandato ha sido la ruptura social. Hoy Trump es un hombre admirado incondicionalmente por la mitad de su país y odiado por la otra mitad. Una segunda mitad que incluso parece avergonzada de la superficialidad de su presidente, de su exhibicionismo como magnate con ingente patrimonio, de su falta de pudor para nombrar a sus familiares en cargos relevantes y de gobernar teniendo en cuenta sus inclinaciones personales más que la defensa de los intereses de los ciudadanos. De todos los ciudadanos. Sin embargo, su reelección, que se da por segura, o casi, está directamente relacionada con la pujanza de la economía, muy debilitada cuando Trump asumió la presidencia hace tres años. 

Tan importante ha sido el empujón económico y laboral, que han pasado a segundo plano las sospechas de juego sucio para superar a Hillary en la contienda presidencial cuando todos los sondeos la consideraban segura presidenta, como también han pasado a segundo plano sus turbias relaciones, o las de su hijo y su yerno, con Rusia.

En el momento de dar el pistoletazo de salida a su campaña no parece que Trump tenga un rival demócrata que ponga en peligro su reelección… pero queda más de un año por delante hasta las elecciones de noviembre del 2020.

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