Opinión

El peor año de Perú

Este 28 de julio se ha cumplido un año de la presidencia de Pedro Castillo, el maestro de Cajamarca y sindicalista que fue tentado por Perú Libre, partido marxista leninista, para convertirse en su candidato a las presidenciales. 

Las ganó gracias a su perfil de hombre de campo, honrado, con capacidad de liderazgo y lucha implacable contra la corrupción.  Imagen que se desmontó prácticamente desde  que comenzó su periodo presidencial. Hoy, en su primer aniversario, Castillo aparece como un político corrupto, mediocre, sin altura de miras  ni intención de ser un hombre de Estado.  Tiene abiertas cinco causas judiciales por tráfico de influencias y obstrucción de la Justicia. Su último escándalo,  formar parte de una trama para cobrar importantes cantidades de dinero a jefes militares a cambio de ascender en el escalafón.

La mayoría de los últimos presidentes de Perú están incursos en procedimientos judiciales con penas de prisión; en el caso de Alejandro Toledo, se encuentra en un correccional de Estados Unidos a la espera de ser extraditado. Alan García se suicidó cuando vio que era inminente su detención.

Esos precedentes explican  la elección de Pedro Castillo: representaba la honradez frente a la corrupción, pero pronto se reveló que la honradez la había reservado para Cajamarca, no para el palacio presidencial. Ni siquiera ha mostrado el menor interés  en aprender el oficio de gobernante, lo que al menos intentó Ollanta Humala.

Perú, que hace cinco o seis años inició un  despegue económico que auguraba un futuro prometedor después de  décadas de miseria y de emigración masiva, es hoy nuevamente un país en crisis, sin esperanzas, que empieza a perder a los profesionales que habían acudido de varios países extranjeros a la vista de  la estabilidad que faltaba en otros países latinoamericanos. La simpleza de Pedro Castillo, manejado por Perú Libre, ha hecho perder toda esperanza de recuperación. Solo cabe lo que se intenta desde que accedió al poder: que renuncie o que el Parlamento consiga destituirlo. Nadie cree que pueda llegar al final de su mandato.

Triste destino para quien, hace solo un año, aparecía como el candidato  que representaba una nueva era ilusionante para Perú.

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