Opinión

Guatemala: el coste de luchar contra la corrupción

Guatemala es, desde hace décadas, un país en el que impera la violencia y la corrupción. Las maras y bandidos imponen su ley y, más grave aún, la corrupción opera abiertamente e impregna no solo a gran parte de la política sino también a jueces y fiscales.

Bernardo Arévalo, hijo de expresidente, lleva años luchando contra la inseguridad y la corrupción, y aunque en las pasadas elecciones solo consiguió el tercer puesto para su partido, a través de negociaciones con otras fuerzas parlamentarias consiguió el respaldo suficiente para ser designado presidente. Los políticos que abanderan la corrupción, más una parte importante de jueces y sobre todo la Fiscalía general, trataron por todos los medios de impedir su toma de posesión con un bloqueo parlamentario que finalmente consiguió salvar el partido de Arévalo, Movimiento Semilla, de corte socialdemócrata y que cuenta con apoyo importante de las comunidades indígenas. La toma de posesión no solo se retrasó 9 horas -lo que obligó a varios jefes de Estado y presidentes a regresar a sus países por compromisos previos- sino que el presidente anterior, Giammattei, se negó a acudir al acto de relevo y envió la banda presidencial y las insignias propias del cargo a través de una secretaria para que pudieran ser impuestas al nuevo jefe de Estado.

Arévalo, sin embargo, no ha mostrado muestras de desánimo, al contrario. En su discurso de toma de posesión denunció la corrupción institucional, “un grupo de criminales que dice defender la democracia, pero traicionan sus principios”, y se mostró decidido a seguir luchando hasta conseguir su desaparición.

Cuenta el nuevo presidente con el apoyo explícito de los líderes latinoamericanos que acudieron a Guatemala para acompañarle en su investidura, que tuvieron ocasión de ser testigos del boicot institucional. Incluso los dirigentes extranjeros que tuvieron que regresar a sus países mostraron su respaldo a Arévalo y al pueblo guatemalteco. También lo hizo Josep Borrell en nombre de la Unión Europea, a la que representaba en la toma de posesión.

La tarea que tiene por delante Arévalo no es fácil. Inmediatamente después de su retardada toma de posesión nombró a sus ministros, que prestaron juramento. 

No podían perder el tiempo: los adversarios no son solo partidos con importante mayoría parlamentaria, sino la corrupción generalizada en las clases más pudientes, y entre algunos destacados miembros del ámbito judicial que amparan la corrupción, son corruptos ellos mismos… y tras el fracaso de intentar bloquear la toma de posesión de Arévalo pretenderán n neutralizar sus iniciativas.

La imagen internacional de Latinoamérica no atraviesa su mejor momento, y Arévalo ha asumido su compromiso con el pueblo guatemalteco para demostrar que sí se puede luchar contra la corrupción y el bandidaje.

Te puede interesar