Opinión

Johnson, en tiempo de descuento

El cronómetro de la política británica se ha puesto en marcha y, como esos marcadores que van restando segundos hasta el comienzo de un acontecimiento, ha comenzado la cuenta atrás, y ahora solo falta saber cuánto tiempo será capaz de sobrevivir el “premier” británico, Boris Johnson, a la moción de confianza que acaba de salvar en el Parlamento de Westminster con el 42% de sus propios diputados en contra. Como nadie escarmienta en cabeza ajena, el inquilino del 10 de Downing Street, ha interpretado su rala victoria como un triunfo en toda regla haciendo caso omiso de lo que ha ocurrido en las dos ocasiones precedentes en que un líder de los “tories” fue cuestionado por sus propios compañeros de filas. Le ocurrió a Margaret Thatcher y luego a Teresa May, que salvaron con mayor soltura las dudas que generaban entre sus diputados, pero acabaron dejando el cargo cuando se dieron cuenta que más que la solución a un problema eran el problema mismo y ponían en riesgo el futuro de su propio partido.

Boris Johnson, consumado tergiversador de la realidad, está decidido a mantenerse en el poder, a pesar de que la resaca del “partygate” no ha terminado de pasar. Aún quedan trámites parlamentarios en los que sus mentiras acerca de su participación en fiestas en su residencia oficial cuando todos los británicos sufrían las restricciones a los contactos sociales volverán a ser objeto de debate. Y lo que es irrebatible es que mintió sobre su presencia en esos encuentros y que las justificaciones que ha dado para salvarse no se las ha creído nadie.

Las consecuencias de su manejo de esta crisis se van a ver a muy corto plazo, cuando se celebren elecciones en dos circunscripciones para sustituir a los diputados “tories” que dimitieron y que pueden pasar a manos de laboristas y liberal-demócratas, que pueden dar la medida del descontento de sus electores con el desempeño de los conservadores. Porque la buena estrella de Boris Johnson ha comenzado a apagarse como demuestra que su popularidad se encuentra en el 26%; que los resultados del Brexit comienzan a pasarle factura; que la inflación también está desbocada y facilita que el voto de las zonas obreras y de clases medias se vuelva hacia los laboristas; que los resultados en la elecciones en Irlanda del Norte, donde triunfo el Sinn Fein, hacen precisa una política que no exacerbe las tensiones, mientras que en Escocia está en marcha la celebración de un nuevo referéndum sobre su independencia del Reino Unido. Como ha dicho el exministro de Exteriores José Manuel Margallo, a este paso a Johnson solo le van a quedar Londres y Gibraltar.

Boris Johnson dispone ahora del plazo de un año antes de que sus propios correligionarios puedan volver a presentar una moción de confianza, si antes no deciden cambiar las reglas. Un tiempo que le puede permitir maniobrar para sobrevivir -él también tiene su “Manual de supervivencia”-aunque la anemia con la que ha salido del encontronazo con sus diputados puede ser demasiado grave para remontar el vuelo cuando en su contra se aúnan los ataques por razones morales, dada su propensión a la mentira, con otras de estrategia política derivada de su gestión de los problemas que acucian al país. Por eso la cuestión es cuánto tiempo va a sobrevivir a él mismo y a sus correligionarios que le han puesto la proa.

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