Opinión

La quinta ola

El problema de esta quinta ola es que cuestiona las políticas sanitarias aplicadas hasta ahora, reabre polémicas que son terreno abonado para los negacionistas

La temida quinta ola ya ha iniciado su curso y aunque los expertos afirman que no va a producir tantas víctimas mortales como las anteriores, debido en gran parte del avanzado proceso de vacunación –en el mundo occidental, hay otro mundo olvidado- la alerta es generalizada.

Los ciudadanos han pecado de imprudencia, sobre todo los jóvenes, y los gobiernos de cobardía para imponer restricciones de obligado cumplimiento. Como más vale tarde que nunca, algunos países amplían las condiciones para viajar o para recibir viajeros, también para acceder a lugares cerrados, se retoman los toques de queda que se habían levantado y, en Japón, se inician los Juegos Olímpicos con estadios vacíos. Una frustración para las docenas de deportistas participantes, que ansiaban unos JJ.OO. como los de siempre después de haber cancelado los del 2020. Frustración extensiva a los seguidores de los deportes, a la familia olímpica y sobre todo a los organizadores de los Juegos de Japón, que tras la cancelación del año pasado tenían la esperanza de que los Juegos se celebrarían finalmente en el verano del 2021 en plena apoteosis con la que superar la pesadilla y homenajear a las víctimas.

El problema de esta quinta ola es que cuestiona las políticas sanitarias aplicadas hasta ahora, reabre polémicas que son terreno abonado para los negacionistas y provoca incertidumbre ante los importantes desacuerdos que se producen entre las autoridades políticas y sanitarias. Desaparecen certezas y aparecen dudas: ya no se sabe qué es rivalidad entre empresas farmacéuticas, o entre gobernantes de países que fabrican vacunas, o entre instituciones sanitarias que no siempre se mueven con criterios exclusivamente profesionales. Hay debate sobre el número de dosis adecuadas, si la quinta ola obliga a reforzar la vacunación con una nueva dosis, cómo tratar la situación de los menores o hasta qué punto se puede obligar a un ciudadano libre a ser vacunado, como pretenden ya algunos países absolutamente democráticos.

El covid-19 ha provocado cuatro millones de muertes en el mundo y la cifra sigue creciendo. Han caído gobernantes y decepcionado dirigentes que estaban en lo alto de la lista de popularidad y eficacia.

La quinta ola abunda en la idea de que el covid-19 es una maldición, y en un mundo tan avanzado como el que vivimos, no se ha acertado en el combate para aniquilarlo.

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