Opinión

El liquidador de la URSS

Ha muerto un hombre más admirado fuera que dentro de su país, un hombre que mereció el Nobel de la Paz por su trabajo para acabar con la Guerra Fría que marcó a dos o tres generaciones de la Unión Soviética y el mundo occidental, sobre todo Estados Unidos y el Reino Unido.

Mijail Gorbachov fue liquidador de la URSS a través de la perestroika y el glasnost, dos palabras que se hicieron familiares en aquellos años en los que estuvo al frente del Politburó del Partido Comunista Soviético primero y de la presidencia de la URSS después. La perestroika promovía la apertura soviética hacia el mundo occidental, democrático, y el glasnot la transparencia, una nueva forma de abordar la economía, muy corrupta en aquellos años de soviet. Esa fue la razón de que Gorbachov no fuera muy popular entre los suyos, habituados a más de setenta años de dictadura férrea en la que la libertad era un lujo inexistente… pero el buen soviético contaba con la protección plena del Estado, que le garantizaba formación, trabajo y seguridad.

Mijail Gorbachov fue sin duda el dirigente del siglo XX al que mejor se le puede adjudicar la definición de que cambió su país. Los países del llamado Telón de Acero se fueron desenganchando del yugo moscovita y, después distintas repúblicas soviéticas se convirtieron en países independientes, aunque Moscú nunca renunció a imponer o tratar de imponer su criterio y su supervisión. Gorbachov, por ejemplo, no impidió la caída del Muro de Berlín, el principal signo de la tiranía soviética, y promovió importantes relaciones personales, además de políticas, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, líderes indiscutibles del mundo democrático occidental, y personajes clave para cumplir el objetivo de la perestroika y el glasnot.

Tan cuestionado estuvo en la Unión Soviética que a los pocos meses de ser designado presidente, el clamor interno en contra de sus políticas, Bortis Yeltsin impulsó un intento de golpe de Estado con el apoyo de Ucrania y Bielorrusia. A las pocas semanas Gorbachov renunció a la presidencia, donde fue sustituido por Yeltsin, y desde entonces quiso ocupar voluntariamente un segundo plano, pasando largas temporadas fuera de Rusia, agasajado siempre por líderes occidentales que homenajeaban así su papel en la historia reciente. Mal de salud y viudo su querida esposa Raisa, los últimos años ha vivido en Moscú, enfermo y sin contar con el afecto mayoritario de los ciudadanos rusos.

Muere con Putin en la presidencia de un país que no ha seguido la línea marcada por Gorbachov, ni en lo político ni en lo social, ni en lo económico. Y con una guerra iniciada por Putin, que pretende, con su anexión de Ucrania, recuperar el modelo URSS que combatió el ex presidente.

Los dirigentes rusos actuales le han dedicado palabras de respeto. Pero todo el mundo sabe que Putin ha destruido la herencia de Gorbachov.

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