Opinión

México ante un nuevo tiempo

México está de estreno. El gigante latinoamericano afronta este sábado uno de los días más trascendentales de su historia reciente, pues tras toda una etapa democrática de Gobiernos intercambiados entre el PAN y el PRI, ambos conservadores, el independiente y progresista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) toma posesión y ocupará durante el próximo sexenio en el Palacio Nacional -siempre y cuando los mexicanos le ratifiquen de nuevo a mitad de su mandato mediante un referéndum, tal y como él mismo aseguró que haría en campaña-. Su llegada a la presidencia supone grandes esperanzas para el país azteca y para la región en un momento en el que los movimientos ultraderechistas están triunfando de nuevo, pero el recién estrenado presidente tiene por delante retos nada fáciles de afrontar en un país con 124 millones de personas y elevados índices de desigualdad.

En uno de los países más violentos del mundo, con un nivel de muertos solo comparable al de países con conflictos armados declarados como Siria y al de sus vecinos Honduras y El Salvador, con una corrupción galopante que afecta a todos los niveles -incluidas y principalmente las instituciones- y con un desbordamiento de las migraciones procedentes de Centroamérica que han tensado, más si cabe, las relaciones con Trump, López Obrador tendrá que demostrar que la esperanza de alcanzar el cambio que le prometió a los mexicanos era más que palabrería electoral.

Se enfrenta AMLO, además, al reto de mantener la creciente presencia de México en la comunidad internacional y para ello deberá primero mantener la imagen de Estado fuerte. En este punto, su gran reto es conseguir que su configuración federal no se deteriore y que las relaciones que se establezcan entre las instituciones respeten el marco constitucional establecido. Su figura ha sido alabada prácticamente por todos los líderes internacionales, pues desde que anunció que se presentaba como candidato -por tercera vez-, el presidente ha defendido que los pilares de su legislatura serán la lucha contra la pobreza, la corrupción o la inseguridad al tiempo que ha dejado claro que quiere mantener las mejores relaciones comerciales con su vecino del norte, así como mirar hacia el otro lado del Pacífico.

Su discurso, el propio de un reconocido militante de la izquierda que lo ha sido durante cuarenta años, ha levantado mucha expectación pero también ha generado una gran polarización del país. O con AMLO o contra los derechos sociales, parecía que era el mensaje que se transmitió en campaña. Así que, para reconstruir ese espacio que recupere la cohesión social, López Obrador deberá ser más Mujica que Maduro, más Lula que Morales. No debería cometer el error de que su etapa como mandatario se vuelva personalista, sino que debe liderar un Gobierno de "redes sociales"; de comunicación diaria con su pueblo, de escuchar, dejarse aconsejar y construir una agenda política tanto con los gobiernos estatales y municipales como con las organizaciones de la sociedad civil. Si cumple con todo lo que ha prometido, su victoria abrirá una nueva etapa no solo para el país, sino para una América Latina que puede volver a demostrar que sabe caminar sola, incluso cuando los grandes organismos económicos tratan de cortarle las piernas.

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