Opinión

Nada será igual

La violencia verbal y la polarización en la que se ha desenvuelto la campaña sobre el referéndum en el que los británicos han de decidir si salen o permanecen en la Unión Europea ha alcanzado su máxima cota de paroxismo con el asesinato de la diputada laborista Jo Cox. Que el presunto asesino pueda tener problemas mentales no es óbice para señalar que la campaña de los partidarios del ‘Brexit’ ha estado dirigida más a exacerbar los sentimientos nacionalistas, al recuerdo sibilino del antiguo imperio y la pérdida de soberanía con respecto a Bruselas, que a la razón y al análisis sosegado de las ventajas e inconvenientes que tendría para la propia Gran Bretaña y desde luego para una idea de Europa que sea algo más que un mercado común, que ahora va a volver a levantar fronteras e imponer aranceles a sus productos si se materializa el Brexit.

La suspensión de los actos de campaña el mismo día del asesinato, incluido el de David Cameron en Gibraltar, y ayer, y las reacciones en contra del odio como catalizador de la política, que han expresado tanto el marido de la víctimas como los principales dirigentes laboristas y conservadores británicos, no oculta tampoco que tanto los defensores como los detractores del Brexit hacen cuentas sobre la incidencia que esta tragedia puede tener en la votación del próximo jueves, en un momento en el que aquellos que quieren ver fuera a Gran Bretaña de la UE aparecen como los vencedores en todos los sondeos, y quienes abogan por la permanencia con han dado con un ‘better together’ que salve los muebles como en el caso del referéndum de la independencia de Escocia, y sin que haya aparecido una figura política capaz de dar la vuelta a las intenciones de los votantes.

A medida que avanzan la investigaciones sobre el asesinato de Jo Cox cobra cada vez más fuerza la hipótesis de que se trató de un crimen premeditado, que la diputada laborista no resultó muerta al mediar en una pelea entre dos hombres, sino que el presunto asesino Tommy Maier fue en su búsqueda con la intención de acabar con su vida, y por ese motivo cobran más significado los llamamientos a acabar con el odio. Ninguna causa política necesita de mártires en una democracia asentada.    
Cuando se reanude la campaña ya nada puede ser igual tras el asesinato de la diputada Jo Cox. Su asesinato no cambia los argumentos de unos y oros pero si debe mover a reflexión sobre la forma en la que se ha desarrollado una campaña que va a dejar a la sociedad británica partida por la mitad por un referéndum que va a ocasionar más problemas internos que los que pretende solucionar. Escocia e Irlanda del Norte volverán a ser una fuente de conflicto si gana el Brexit, y los euroescépticos que se encuentran tanto entre los dirigentes conservadores como laboristas habrán visto reforzadas sus posiciones y sabrán realmente cuál es su fuerza en el caso de que se vote por seguir en la UE.

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