Lo que más repiten los dirigentes de la oposición es que el régimen de Daniel Ortega es peor que el régimen de Anastasio Somoza. Lo dicen muchos de los que se levantaron contra el dictador de extrema derecha y enarbolaron la bandera del sandinismo, hoy devaluada por el matrimonio Ortega-Murillo, presidente y vicepresidenta, que tienen enfrente a una oposición de la que forman parte muchos de sus antiguos compañeros. No se inmutan ante las críticas sino que, por el contrario, avanzan en medidas represivas y en garantizarse la continuidad en el gobierno. En los últimos días han detenido a los cinco dirigentes de la oposición que proyectaban presentarse a las presidenciales de noviembre de 2021. La primera, Cristiana Chamorro, cuya padre fue asesinado en tiempos de Somoza y su madre, Violeta, que fue presidenta de Nicaragua años después, ha sido despreciada por Daniel Ortega.
Además de esas detenciones, ha sido localizado y llevado a prisión Lether Alemán, estudiante que se convirtió en todo un líder cuando en 2018 se enfrentó a Daniel Ortega en un acto público y le dijo que: “Nosotros ponemos los muertos, nosotros ponemos los desaparecidos, nosotros ponemos los secuestrados”. Desde entonces se ha movido en la clandestinidad, hasta ahora.
La situación es insostenible, y las esperanzas puestas en la Mesa de Diálogo auspiciada por la Conferencia Episcopal, y en la que se sientan gobierno, estudiantes, empresarios y dirigentes sociales, se han venido abajo por su disolución, provocada por la brutal represión del gobierno ante los manifestantes que protestan por la reforma de la seguridad social. El proyecto de ley ha sido finalmente retirado, pero la brutalidad se ha agudizado y continúan por tanto las protestas. Los muertos llegan casi al centenar y Ortega no tiene la menor intención de suavizar la respuesta a los movimientos de la oposición. No solo ha detenido a sus posibles rivales, sino que les acusa de traición y golpismo.
No se ve salida a corto o medio plazo. Los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua parecen irreductibles y los esfuerzos internos e internacionales por centrarlos hasta ahora se han demostrado inútiles.