Opinión

Seguridad manual

Cuando la policía italiana detuvo al capo de la Cosa Nostra durante cuarenta años Bernardo Provenzano encontró en los bolsillos de su pantalón varios ‘pizzini’, los papelitos con los que se comunicaba con el exterior desde su escondrijo, mediante los cuales daba órdenes y mantenía el control de la organización. Cuando ya se habían perfeccionado las comunicaciones a través de medios informáticos, el jefe mafioso seguía utilizando un sistema que consideraba más difícil de interceptar y que preservaba mejor su seguridad.

Viene esto a cuento  porque el Gobierno holandés ha decidido volver al recuento manual de los votos en las elecciones generales del próximo mes de marzo, para evitar que los hackers, sobre todo rusos, puedan realizar alguna acción cibercriminal que comprometa los sistemas informáticos y alteren el resultado de las elecciones.

Tras lo sucedido en las elecciones de EE UU con el pirateo de los correos del Partido Demócrata y la certeza de que Rusia está interesada en el triunfo de las opciones eurófobas para debilitar a la Unión Europea, el recuento informático de los votos se ha convertido en un problema de seguridad nacional. Se trata de evitar que los intereses de un país ajeno supongan una manipulación de las verdaderas intenciones de sus ciudadanos y un fraude democrático.

La rapidez en los recuentos, que se ha considerado en otros momentos como una prueba de su fiabilidad y de la imposibilidad de realizar trampas, cede ahora en favor de otro bien superior como es que una posible intervención en los procedimientos informáticos pueda alterar la voluntad de los votantes. Quizá los resultados tarden un poco más en conocerse, pero se tendrá la certeza de que se corresponden con el voto emitido.  

Los Países Bajos han pasado en los últimos años de ser un territorio de acogida, de implicación en el proyecto europeo, a convertirse en un foco de euroescepticismo y de auge de la ultraderecha con un líder antimusulmán, Geert Wilders que le disputa las elecciones a los conservadores liberales, que es partidario del ‘Nexit’ y que alaba la política antiinmigración de Donald Trump. Y mientras tanto el presidente ruso, Vladimir Putin, mueve los hilos para que la Unión Europea salga cada vez más debilitada con cada nueva elección, sobre todo en los países donde crecen los partidos eurófobos y que desean una renacionalización de las políticas cedidas a Bruselas.

El Gobierno holandés prefiere los ‘pizzini’, el recuento manual, a la modernidad tecnológica para salvaguardar su democracia.           

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