Opinión

Tiempos difíciles para Ucrania y Taiwán

El discurso de fin de año del presidente Jinping ha servido para lanzar un mensaje nítido a los chinos: su empeño para el tercer mandato, que se iniciará en pocos meses, será la “unificación de la patria”, que en lenguaje político significa lograr que Taiwán vuelva a convertirse en provincia china.

En Europa, la primera iniciativa del Alto Representante de la UE para Política Exterior, Josep Borrell, ha sido visitar la línea en la que se enfrentan el ejército ucraniano y los rebeldes pro rusos, que viven una situación de alto riesgo en las últimas semanas por el empeño de Putin de mantener la anexión de parte del territorio ucraniano. La UE quiere tener voz en ese conflicto, que va más allá de los intereses de Putin y Biden, que ha amenazado con importantes sanciones económicas a Rusia si se mantiene en su posición actual y no descarta incluso algún tipo de intervención militar. Con el tiempo, el problema no se ha apaciguado sino que, por el contrario, se ha enquistado porque Putin no cede respecto a la presencia ruda en territorio ucraniano sino que es creciente el número de ciudadanos ucranianos del Donbar que se sienten ciudadanos rusos.

La situación de Taiwán es muy distinta. La isla formaba parte de China a finales de los años 40, y allí se refugió el presidente nacionalista Chang Kai Chek y la mayoría de los dirigentes del gobierno nacionalista que perdieron la guerra contra el comunismo. Con los años, Taiwan se convirtió en el lugar de acogida de multitud de chinos que huían de la dictadura maoísta y gradualmente devino en una democracia con una de las economías más pujantes de Asia. Pekín sin embargo nunca olvidó sus reivindicaciones territoriales, agudizadas en los últimos años por Xi Jinping, que incluso ha ordenado a su ejército realizar vuelos de intimidación para que los taiwaneses no olviden que en Pekín sigue considerando que la isla forma parte de su territorio. Estados Unidos, para contrarrestar esta belicosidad china, coopera en la formación de los cuerpos de élite de Taiwán por si llegara el momento de actuar con mayor firmeza frente a los intentos de avance de Pekín.

En este siglo XXI, la influencia de China y Rusia es creciente, con un poderío militar, económico y tecnológico que preocupa a las democracias y tiene permanentemente sobre aviso a Estados Unidos y la Unión Europea. Este fin de año e inicio de uno nuevo, han sido relevantes las actuaciones de los dirigentes anexionistas… y de los que se niegan a aceptar la prepotencia de Moscú y Pekín.

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