Opinión

Tiroteos masivos

Las autoridades policiales de Estados Unidos consideran “tiroteos masivos” aquellos que tienen como resultado al menos cuatro muertos o heridos. En lo que va de año, se han producido 130 en ese país, y de ellos tres han sido en colegios. El último, este pasado lunes, en Nashville, con tres niños muertos, tres adultos -entre ellos la directora- y varios heridos.

Es el primer atentado en un colegio protagonizado por una mujer, hasta ahora todos los tiradores que han originado la masacre han sido hombres, muchos de ellos antiguos alumnos que sufrieron bulling o algún tipo de discriminación. En Nashville sin embargo una mujer, Audrey Hale, de 28 años, ex alumna, que entró en el Covenant School por una puerta lateral, armada con dos fusiles de asalto y una pistola. En su domicilio se encontraron más armas, entre ellas un fusil automático. 

Afortunadamente la Policía acudió casi de inmediato, en pleno tiroteo y consiguió abatir a Hale. La rapidez fue clave, evitaron una masacre, más allá de las seis víctimas mortales con las que Hale inició su dramática operación diseñada como si se tratara de un comando de aniquilación.

Además de la consternación con la que todo Estados Unidos ha vivido este nuevo atentado contra un colegio, se ha puesto el acento en que era una persona transgénero, cuando lo verdaderamente grave es, una vez más, la facilidad con que cualquier ciudadano pueda hacerse con armamento. Eso es lo que ha provocado tantos y tan graves agresiones indiscriminadas y masivas.

Joe Biden ha insistido en esa línea, y ha pedido al Senado y Cámara de Representantes que de una vez tomen conciencia de que es obligado tomar medidas legislativas para proceder al control de venta de armas, sobre todo las automáticas y de asalto. Pero, desgraciadamente, como en situaciones anteriores, el llamamientos caerá en saco roto. La influyente Asociación del Rifle, capaz incluso de nombrar presidentes, y vinculada al partido republicano, ha conseguido siempre impedir no la abolición de la venta de armas, sino incluso que se lleve un control de las ventas o que algunas de las armas estén vetadas para ciudadanos que no tengan ninguna relación con profesionales de la seguridad.

Es precisamente la seguridad el argumento que esgrimen los defensores de la accesibilidad a las armas, que abogan por la autoprotección ante la imposibilidad de garantizar que cualquier estadounidense puede ser atendido de forma inmediata en caso de peligro. 

A lo único que puede aspirar Biden, como otros presidentes que intentaron el control de armas, es que el aumento desmedido de casos de atentados masivos golpee en la conciencia de los legisladores y encuentren los votos necesarios para apoyar una ley para regular la venta de armas y que no se repitan casos como el vivido en Nashville. Pero de momento, la mayoría de los republicanos no se mueven, por miedo a perder el favor de sus votantes.

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