Toca a Hillary defenderse, como ha hecho Trump en las últimas semanas, obligado a dar explicaciones sobre supuesto acoso sexual, declaraciones degradantes para las mujeres e informaciones sobre sus maniobras para pagar menos impuestos de los que le correspondían.
Trump había caído en picado en las encuestas, pero cuando falta muy poco para las elecciones han llegado los ataques a Clinton por parte de alguien no previsto, el director del FBI, James Corney, que en una carta dirigida a varios miembros del Senado informaba de la necesidad de abrir nuevas investigaciones sobre los correos supuestamente confidenciales que Clinton habría enviado a través de su servidor particular.
La candidata demócrata ha sido muy clara en su defensa: ha exigido que se le investigue hasta el final y exhaustivamente porque no tiene nada que ocultar, y ha recordado que las investigaciones realizadas hasta ahora aseguraban que no había cometido ninguna irregularidad en sus años de Secretaria de Estado. Ha dicho que lo ocurrido con Corney no tiene precedentes justo antes de unas elecciones, le parece inquietante, y exige al FBI que ponga de inmediato toda la información sobre la mesa.
Clinton se defiende con brío, pero la iniciativa de Corney ha revuelto la fase última de la campaña electoral y los analistas más pesimistas consideran que su victoria, que parecía cantada, ya no es segura. Pocos dudan que Corney sabía perfectamente que con la apertura de una nueva investigación incidía directamente en la campaña, pero el director del FBI alega que no podía ocultar que se habían abierto nuevas investigaciones. Una argumentación muy débil, pero la ha aprovechado Trump para meter una cuña en la credibilidad de Clinton, a la que hace apenas un par de semanas dijo que metería en la cárcel si él era elegido presidente.
El tablero de las elecciones ha quedado completamente movido, descolocado. En el equipo del Partido Demócrata los nervios están a flor de piel. Con razón: no podía llegar peor noticia a solo diez días de las elecciones. Hoy los focos más dañinos se ponen sobre Clinton después de semanas puestos sobre Trump.
