Opinión

Barrio Sésamo

Siempre me ha gustado Barrio Sésamo. Todos y cada uno de sus personajes. Lo que más me llamaba la atención era su capacidad de educar, sin que las sucesivas generaciones nos diéramos cuenta de ello. “Uno, dos, tres”… así enseñaba el conde Draco a contar. Y después Epi y Blas corrían en varias direcciones y explicaban aquello de “arriba, abajo”, “hacia adelante, hacia atrás”. Y así seguían la rana Gustavo, el monstruo de las galletas Coco, Juan Olvido, Espinete… y una larga lista de tantos habitantes que han formado parte del vecindario más famoso de la tele. Así que las nociones más básicas  para distinguir los conceptos más sencillos- fuéramos más o menos listos, estudiáramos más o menos - las asimilamos a través de canciones y divertidos juegos. Y cuando sólo había un canal de televisión, que fue verdad, aunque cueste creerlo. Vamos, que las facilidades para que muchas generaciones aprendieran las diferencias entre cosas contrarias y simples fueron muchas, accesibles y fáciles. Quien aún no las distinga, tal vez tiene alguna dificultad que, por el bien de muchos, debería solucionar pronto. Arriba, abajo. Privado, público. Legal, ilegal. Moral, amoral. 

Dependiendo de quién no entienda estas diferencias, es toda la sociedad la que tiene un problema, grande y serio. El ámbito privado de los individuos anónimos siempre debe ser respetado. Aunque las redes sociales se llenen de insultos, de ataques y de mentiras, nadie que ostente un cargo público debe repetir esos comportamientos y menos utilizando medios oficiales que todos pagamos. Hay compromisos que no están escritos en juramentos, ni en leyes, ni en nada, pero que se asumen de manera automática, siempre y cuando, la persona tenga al menos un poco de pudor y sea honesta, por no hablar de otras aptitudes.

Lo campechano ya hemos visto que no nos da muy buen resultado en este país. Hay líneas que son un peligro traspasar, porque arrasan. Lo hacen como una bola de nieve que nadie sabe dónde parará, ni lo grande que será. Rodará cuesta abajo, cogiendo velocidad y enterrando lo que se encuentre.

Que cargos públicos, haciendo uso de esa posición prestada, no hagan más que invadir territorios privados, no hagan más que señalar culpabilidades que no les competen y escupan rabia porque no saben, produce cierta repulsa, lo mismo que esas ratas que libremente pasean por la ciudad, haciéndose cada vez más dueñas de la misma. Dan miedo y quién sabe de qué cosas nos pueden contagiar, las ratas. Cada uno debe saber cuál es su sitio y qué exige el mismo. Y si no sabe, tiene dos opciones: irse o volver a ver Barrio Sésamo para aprender algo. “Arriba, abajo”. Hasta los niños lo entienden.

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