Opinión

Cerrado por derribo

No sé qué puede curar el alma ni el desconsuelo, no tengo ni idea cómo espantar el miedo cuando es terror cotidiano o cómo expulsar los demonios que en algún momento nos llegan a poseer. No conozco el remedio para las soledades no deseadas ni la pócima para crear sueños, abrir esperanzas e iniciar viajes vitales. Ignoro el antídoto para evitar las sombras permanentes y desconozco el elixir que nos evite los daños de vivir. Pero lo que comprendí hace tiempo es que existen pequeñas píldoras que alivian todos esos males y que fomentan el pensamiento, las alegrías y las libertades y se llaman cultura.

Y eso lo descubrieron ya hasta los habitantes de las cuevas de Altamira que sintieron el impulso de pintar en las paredes sus escenas cotidianas. 

Y desde entonces la cultura, en todas sus acepciones, ha sobrevivido al tiempo porque siempre ha sido de primera necesidad, porque los creadores de cualquier disciplina no se dieron por vencidos, pasaran hambre o fueran incomprendidos, porque hubo mecenas que creyeron en los talentos y gobiernos que comprendieron la necesidad de acercar todas esas artes, desde las más populares hasta las más vanguardistas, a la gente más corriente y porque hubo avanzados que entendieron que la cultura no podía ser el privilegio de unos pocos.

Y es tan poderosa que, aún hoy, hay quien la desprecia y quien la teme, quien la censura y quien la desea dirigir, quien la menosprecia y quien intenta desprestigiarla con falsos argumentos que ya huelen a rancio. La cultura hace ricos a muy pocos, pero enriquece la vida de muchos y sólo los más obtusos niegan que sea un bien a proteger, a potenciar y a fomentar. Peor para ellos, la vida les será más triste. Pero cuando se está al frente de una administración no se pueden consentir amores y odios personales, hay que exigir una buena gestión cultural, o al menos una gestión, igual que hay que hacer una gestión social, de infraestructuras o de limpiezas. 

Cerrar, insultar o mantenerse de brazos cruzados siempre será la solución más fácil, la ropa estará más seca, pero no es esa la tarea encomendada a quienes han sido elegidos para gobernar. Y podemos debatir, comparar y cuestionar hasta la madrugada pero Ourense, tristemente, siempre saldrá derrotada de esta inacción, que cuenta con más de un cómplice. El beneficio de la cultura para la ciudad no sólo es económico, que también, si no que además la mantiene viva y palpitante. No entenderlo así es condenarla a un cierre por derribo que ya ha comenzado.

Te puede interesar