Opinión

Esa ciudad de la que me hablas


Esa ciudad de la que me hablas ya no existe. Su casco histórico se ha ido diluyendo entre ruidos, basura, suciedad y dejadez. Las calles empedradas se rompen. Los edificios abandonados aumentan, se derrumban o se ocupan. A veces todo a la vez. El espacio peatonal ya no es. Los coches se han vuelto dueños. Los límites se han borrado: el de la velocidad, el de aparcamiento, el del descanso o las direcciones prohibidas. Ese casco emblemático que debería ser mimado como hijo favorito, es maltratado por quien debería protegerlo. Se cae, se queda solo, se arruina. ¿Le importa a alguien? 

Esa ciudad de explosión cultural que me dibujas ya se apagó. Al Museo Municipal le cerraron las puertas. Y bajo esa cerradura quedaron las obras que son arte e historia que nos cuentan. El Arqueológico ya ha sobrepasado su mayoría de edad sin haber logrado salir de proyectos, obras y planes a futuro. Más de 20 años, que sí son muchos, esperando una reapertura que nunca llega. Demasiado tiempo sin sembrar y dejando por el camino pérdidas irrecuperables, como el Outono Fotográfico, las Xornadas de Banda Deseñada, la Bienal de Grabado o Festivales de danza y música. Otros siguen nadando con esfuerzo a contracorriente para no ser un recuerdo. Este vacío ¿Le preocupa a alguien?

Esa ciudad de parques y jardines que me cuentas ya se ha secado. Probablemente nunca fue su fortaleza, pero tenía sus brotes. Los han cortado. Un Jardín del Posío que ahora luce como cementerio de lo que fue. El cemento se hizo dueño allí donde debería haber verde. Los árboles se fueron muriendo, seguramente que de pena, y ya no acogen. Poco a poco se va quedando vacío. Mientras, se suceden planes de rehabilitación que siempre van a empezar pero nunca llegan. Este pequeño jardín maltratado no debería ser emblema de desatención y olvido. ¿Le molesta a alguien?

Esa ciudad con encanto y viva que recuerdas ya se está difuminando. Se está quedando vacía. Las raíces que deben mantenerla se empiezan a secar y las ramas más nuevas buscan otros lugares. Poco a poco se va consumiendo en una niebla espesa que la deja sin respiración y sin luz. Despacio está empezando a no parecerse en nada a la que fue. Se transforma y se reforma sin que parezca haber un destino de futuro al que llegar. Por el camino pierde su identidad. La quieren desnuda. Despojada de su pasado y sin ropajes para conquistar  un futuro ilusionante. ¿Le inquieta a alguien?

Esa ciudad que es tu ciudad ya se está perdiendo. Parece condenada a atravesar tormentas complicadas con capitanes incompetentes y tripulaciones incapaces. Pero tal vez nada de esto importe. Mientras nos pongan a bailar verbena tras verbena, ¿qué más da que la música nos haga perder el equilibrio?

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