Opinión

El próximo lunes

Dentro de una semana, todos los grupos políticos habrán ganado. No importarán los resultados, ni los concejales o escaños autonómicos conseguidos. Todos ofrecerán una narrativa de victoria. La ciudadanía sabrá que no será como nos lo cuentan, pero seguiremos el juego, sobre todo a los nuestros. Cada sigla que se haya presentado a estos comicios habrá salido la noche anterior, ante micrófonos y luces, para mantenerse firme en su discurso y señalar a culpables ajenos, si las cuentas no cuadran. En la cara oculta de esa pantomima, los cuchillos esperarán afilados y hasta los aliados buscarán puertas para huir y negarán, como San Pedro, las veces que sea necesario al cabeza de cartel. Una pena, la derrota debería asumirse con normalidad. Así son las elecciones democráticas.

Por eso, lo que debería importar el lunes próximo es que los y las ciudadanas de este país nos pudiésemos sentir ganadores. Independientemente de resultados más o menos afines. Pero temo que eso no sucederá. Esta campaña electoral desprende demasiada revancha, no huele a libertad ni a propuestas, se ceba en acusaciones y afirmaciones falseadas, en convertir en realidad sueños inventados por cabezas llenas de odio y complejos y en crear problemas donde no existen y evitar propuestas de solución donde sí los hay. Y con tanto ruido nocivo se impide escuchar las voces que apuestan por una sociedad con futuro, que tienen proyectos y argumentos y ganas de trabajar.

No vamos a ganar porque muchos han decidido que es mejor no votar.  Algunos, los peores siempre, han conseguido que se nos instale en el cerebro, de manera machacona y perjudicial, el eterno “todos son iguales” y “todos nos roban”. 

Habremos perdido, individual y colectivamente, si desperdiciamos uno de nuestros derechos más fundamentales: acudir a las urnas para decidir cómo queremos ser en los próximos cuatro años. Votar debería ser sagrado para esta sociedad, porque demasiada gente se dejó la piel para que pudiésemos decidir quién nos gobierna y porque demasiada gente sigue haciéndolo en otros lugares para conseguirlo. El sufragio universal es la esencia de la democracia y, por mucho que demasiados la denosten y la menosprecien, la alternativa siempre será muchísimo más trágica para los que no estamos en las cúpulas de los poderes.

Pero todo eso sucederá dentro de una semana. Todavía podemos elegir depositar nuestro voto  en las urnas. Seamos mejores ciudadanos que algunos de nuestros representantes. No es verdad que todos sean iguales ni todos nos roban. Distinguir entre quién merece estar en un sillón de cualquiera de nuestras instituciones democráticas, respetándolas, y quien debe estar lo más lejos posible de ellas, es cosa nuestra. Para eso sólo debemos estar atentos y decidir en  qué mundo queremos convivir. Aprendamos a utilizar nuestro conocimiento para un pensamiento crítico. Estamos a tiempo. Son cuatro años.

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