Opinión

La butaca roja

Te sientas en la butaca de terciopelo rojo. Todo lo que te envuelve es bonito. Estás lista para sumergirte en un viaje por las emociones. Pero para que tú estés ahí sentada, liberándote de tu cotidianidad, han tenido que suceder antes muchas cosas. Alguien ha organizado y programado para que tú elijas. Otra persona te ha vendido una entrada en la taquilla que, previamente ha pasado por una imprenta, lo mismo que el folleto informativo que te han facilitado. El sitio está limpio, se han preocupado de que tú no encuentres una suciedad turbadora. Se abre el escenario y ves un decorado que alguien ha diseñado y que ha sido realidad por el buen hacer de un carpintero. Las luces señalan los puntos de interés con focos perfectamente colocados. Una música introduce la historia que te contarán. Electricistas, compositores, músicos, técnicos de sonido, de iluminación, personal de montaje, de transporte, han trabajado para que tú puedas esperar la magia, sea teatro, cine, danza o música. Peluqueras, diseñadoras de vestuario, modistas, maquilladoras, dramaturgas, directoras, actores y actrices, bailarines, operadores de cámara, editores, guionistas, fotógrafos,- entre otros-, llevan meses trabajando para que tú paladees unas horas únicas que, quizás no te hagan mejor, pero te harán una persona más crítica. A lo mejor has elegido estar en el centro de un universo de pinturas, esculturas, instalaciones o fotografías, creadas hace siglos o tan sólo hace un mes. También ahí habrán trabajado muchas personas, desde comisarios de exposición hasta los artistas, pasando, entre otros, por personal de información o conserjes. Todos crean y construyen el universo de la cultura que nos hace más humanos. 

Años de estudio, de trabajo intenso, de soledades, de dudas, de dificultades económicas y futuros inciertos, con o sin pandemia. Todo eso es la cultura. Personas sobreviviendo sin colchones de alfombras rojas ni subvenciones de cuentas pagadas. En este confinamiento, la cultura nos ha salvado de la locura y el aburrimiento. Aún así, algunos gestores políticos - siempre serán demasiados- llevan tiempo colocándola sobre una diana de desprecio a la que disparan con argumentos irresponsables y, además, disfrazados de falsos alegatos económicos, demostrando que no han entendido nada. Esa es la tragedia de los necios frente a los ignorantes, que nunca aprenderán. Y es también la tragedia de las ciudades que van apagando sus referentes culturales y se vuelven más oscuras. Y en la oscuridad siempre se vive peor y con más peligros. De momento, en Ourense, el Teatro Principal, por razones sanitarias, acogerá plenos municipales. Pocos montajes habrá recibido este espacio emblemático con tantas tramas y personajes paralelos a la comedia del arte. Ojalá sirviese de inspiración para dejar de maltratar a la cultura y apostar por ella. Por si acaso, habrá que comenzar a proteger las luces. No hay muchas razones para confiar. 

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