Opinión

¿Libertad?

Los balcones no están vacíos. Los estudiantes confinados están en ellos. Gritan y ondean sábanas pintadas donde se repite una palabra, libertad: “Somos negativos, libertad”. Muestran sus manos simulando estar esposados y hablan de secuestro. Pienso muchas cosas a la vez, tantas, que acabo por tener en la cabeza una madeja que me provoca un vértigo desagradable. Los veo instalados en un hotel, por prevención sanitaria, quejarse trágicamente de este “insoportable” encierro y revivo la imagen de una niña nigeriana de 14 años con los ojos mirando al suelo y el terror instalado ya para siempre en su vida. Acababa de ser liberada del sanguinario grupo terrorista Boko Haram.

Cuando se lamentan, sin ningún pudor, de que su comida es “peor que la de los presos”, pienso en el joven periodista Protasevich, reo en Bielorrusia, acusado ni se sabe de qué. Cuando claman que “hay que hacer justicia, lo que nos están haciendo es ilegal”, recuerdo a las cinco chicas condenadas a prisión en Egipto por hacer unos inocentes Tik-Tok. La lista, por desgracia, sería interminable.

Me pregunto cómo hemos llegado hasta esta simplificación, hasta esta descontextualización de la realidad. Adultos responsables de la educación de estos jóvenes exigen su vuelta a casa de manera inmediata (cueste lo que cueste y con riesgo de positivos en el viaje, como así ha sido), apelando a sus derechos, olvidando que están ahí por irresponsabilidad en una pandemia que aún no ha terminado y que nada tiene que ver con la libertad. Y de la que ellos han participado. Protestan por la injerencia de la autoridad al tiempo que la culpan por no haber intervenido lo suficiente.

Me pregunto qué pasará por la cabeza de las personas que tienen que atenderlos, compartir espacio con ellos y cuidarlos cuando recalan en un hospital. Me pregunto qué pensarán los hosteleros sometidos a nuevas restricciones, los contagiados, los contactos en cuarentena obligatoria, los que durante meses no pudieron abrazar a los suyos y que ya nunca más podrán hacerlo.

Entiendo a los jóvenes, ha sido un año duro para ellos, sin duda, pero el reloj del tiempo gira a su favor, no sucede así para los mayores. La libertad es otra cosa. Ahora todo un país mira de nuevo con preocupación cómo los índices de la pandemia crecen. Con lo que ello implica, sanitaria y económicamente.

Tal vez los padres deberían recordar las palabras de Nelson Mandela para enseñar bien: “Porque ser libre no es simplemente deshacerse de las propias cadenas, sino vivir de una manera que respete y mejore la libertad de los demás”.

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