Opinión

Mañana, a la calle

"Cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas”, decía el poeta uruguayo Mario Benedetti. Yo no sé si nosotras alguna vez creímos tener todas las respuestas, quiero pensar que no, porque así seguimos avanzando mientras las buscamos. No sé si nos cambiaron las preguntas, pero sí que el esfuerzo de demasiados va encaminado a confundirnos y a hacernos retroceder. Creímos que, al menos, habíamos conseguido ordenar la habitación propia para situar las cosas en su lugar, pero cada día patrañas malintencionadas revuelven el espacio para intentar asegurarse el caos. Pensábamos que habíamos logrado dejar pulido el significado de la palabra feminismo, pero las embestidas calculadas y mezquinas para intentar desacreditarnos dejan fisuras.

Quisimos creer que 1.132 mujeres asesinadas eran ya excesivos argumentos como para que nadie se atreviera a negar la existencia de la violencia machista y chocamos con voces, cada día más afinadas, que la niegan y las niegan. Salimos de casa convencidas de que el mundo laboral, por fin, también era nuestro en igualdad de condiciones y descubrimos que, aunque la ley nos ampara, la realidad nos sigue negando esa paridad y nos obliga a trabajar en demasiados frentes al mismo tiempo, dejándonos exhaustas. Esperábamos que se entendiera bien claro que lo que algunos llaman gestación subrogada no es más que un negocio ilegal que deja desamparadas a las mujeres más vulnerables y nos encontramos con un foso lleno de aguas turbulentas que intentan arrasar con el principio de justicia en nombre de un derecho mal entendido.

Suponíamos que en 2022 ya seríamos dueñas absolutas de nuestros cuerpos y, en cambio, nos vemos obligadas a seguir combatiendo para que ninguna corriente ni ideología nos arrebate ese derecho. Confiábamos en que lo andado era un camino sin retorno, en el que sólo cabía alcanzar mayores conquistas pero, infelizmente, desde demasiadas posiciones se afanan, cada vez de manera más hostil, en demostrarnos que nada es para siempre y que todo puede cambiar en un minuto, sobre todo nuestros derechos.

Imaginábamos un siglo XXI que nos acogiera ya como iguales y nos encontramos con una parte del mundo recuperando pasados demasiado oscuros.

Así que mañana la calle debe ser de nuevo nuestra. Para que nos vean. Para que nos escuchen. Para que sepan que no estamos vencidas. Para demostrar que, a pesar de los intentos de demasiada gente, seguimos sabiendo quiénes somos y qué mundo queremos. Para repetir que queremos ser libres y no tener miedo. Y sobre todo, para recordarnos a nosotras mismas que hace falta mantener la alerta, que necesitamos seguir buscando las respuestas, que tenemos que aprender a tejer redes más poderosas, que podemos conquistar más metas, que debemos resistir y que somos todas, sin necesidad de pasaporte. Mañana debemos ser muy visibles. Y pasado mañana, y al otro y al otro y…

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