Opinión

No hay heroicidad

En una guerra no hay héroes, tan solo supervivientes./-Mayor, no debe ser modesto con nosotros./-Salí al frente de 8000 hombres, volví con 200. Creo que me he ganado mi modestia”. Las palabras las dice el mayor Foster (interpretado por Gene Hackman) en el largometraje de 1977 “Marchar o morir”, de Dick Richards. Aunque es una película, no hay duda de que la primera frase pone la diana sobre una de las grandes verdades de cualquier guerra. Las personas huyen, mueren y se rompen y, salvo los inconscientes o los que ven limpios el conflicto desde muy lejos, nadie aspira a la heroicidad.

Estoy segura que esas personas ahora sólo anhelan una vida llena de rutinas y estar preocupadas únicamente por salir adelante, mirando a un futuro que no les sea totalmente desconocido.

Hasta los héroes de cómic en algún momento de sus extrañas vidas, llenas de superpoderes y con la seguridad de hacer sólo el bien, han deseado dejar atrás sus trajes. Porque en las guerras como las que desgraciadamente nos han tocado en este siglo, igual de injustas y sanguinarias que las anteriores, con Ucrania y Rusia como grandes protagonistas del relato mediático, los que se quedan en el camino, de mil maneras diferentes, no han decidido ese destino. No han elegido cualquiera de las opciones que se ven obligados a tomar para sobrevivir. La inmensa mayoría de esa humanidad no podrá ver la guerra desde una distancia segura, no brindará con champán, no se sentará en sus cuatro paredes protegidas a ver los bombardeos por televisión, no pensará en qué color irán las paredes de su casa porque ya no existe, no celebrarán cumpleaños porque no tienen cómo. Sólo podrán pensar en qué refugio esconderse y cómo mantenerse y mantener a los suyos a salvo el próximo segundo.

Hablar de héroes a un lado y otro de la frontera es, de alguna manera, colorear su terrible situación actual y futura. A nosotros nos resultan más cómodas esas imágenes y esos titulares que día a día nos aturden más, que pensar en las terribles consecuencias que esta guerra tendrá para la ciudadanía de los dos países y, por ende, de todo el mundo. Como todas las demás guerras.

Hablar de héroes y heroínas que protestan y ponen su vida en riesgo, pudiendo callar, no es demasiado compatible con expulsar a estudiantes de una Universidad para mandarlos al frente de batalla. Pero así de contradictorios somos y hemos decidido que la emotividad venza a la razón, y eso no siempre es lo mejor.

La heroicidad, si es que existe como tal, es sobrevivir, física y emocionalmente, durante y después de la última batalla y lograr vivir con cierto equilibrio mental cuando todo termine. ¿Seguiremos el resto aún ahí?

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