Opinión

Resignación

Él mira triste su nuca; se fija en su blanca espalda, en un mechón de pelo que se descuelga por el cuello liberándose de la coleta.
Imagina que se ruboriza… y se gira, que le entrega sus labios, sus ojos, sus redondos pechos…
Se imagina que ellos no son de piedra… y su casa no es un museo.

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