Opinión

8 con M de Mujer

Decía mi paisana, Rosalía de Castro, pionera y referente, que “Es feliz el que soñando muere. Desgraciado el que muere sin soñar”. 

En la historia de las mujeres de este nuestro país, muchas ya tenían el sueño de derribar muros, de rebelarse frente a las voces masculinas que se alzaban. Sus preocupaciones e inquietudes terminaron por calar en los movimientos de renovación pedagógica, especialmente en el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza. 

Tras la muerte del franquismo, se celebraron las primeras Jornadas por la Liberación de la Mujer en Madrid, donde se debaten y expresan sus reivindicaciones en todos los órdenes, desde la educación a la sexualidad o la equiparación legal hasta el divorcio y el aborto. Una cita clave, una puesta de largo para el movimiento de luchar contra un patriarcado, que aunque algo más mermado, llega hasta nuestros días, con las renacidas tentaciones reaccionarias de algunos sectores políticos, religiosos y de opinión. 

Todo un legado del que hoy recogemos como testigo para continuar en la lucha, y es que los vientos de libertad se han ido colando por las rendijas, y se han convertido en huracanes imparables.

Hay premura por combatir la ocultación imperante de la violencia de género por aquellos que solo persiguen la xenofobia como hito para erguirse como patriotas de una patria de la que ignoran sus raíces. Ya Pardo Bazán, a finales del s. XIX  incluía el término “mujercidios” en algunos de sus artículos, impunes por sofismas, decía, para alentar el crimen. Fiel reflejo de los negacionistas del hoy y del ayer.

 Hay premura por eliminar una brecha salarial, en la que solo se puedan colar sueldos dignos cuyos techos de cristal sirvan para cobijar de las altas tasas de pobreza. Premura por nuevas generaciones de mujeres resilientes que demuestren unas altas capacidades y formación, altamente desvaloradas.  Premura para el reconocimiento histórico en los libros de texto. Premura para que todos y cada uno de vosotros nos veáis como a iguales. 

La doble jornada continúa entorpeciendo el día a día de miles de mujeres,  que más allá de los muros laborales, no consiguen redistribuir las cargas familiares, recayendo sobre sus ya sobrecargadas espaldas, cuidados de mayores y dependientes. Como dice Ángeles Durán “el tiempo de la mujer seguirá expropiado”, y yo añado, que así será siempre que no luchemos por impugnar su valor. 

No es un manifiesto sino una declaración de intenciones. Desde la complejidad del mainstreaming de género,  se busca no solo la promoción y la cooperación de todas las áreas e instituciones. También es necesario desarrollar herramientas que favorezcan la generación de conocimiento sobre las desigualdades y sobre cómo tenerlas en cuenta durante la elaboración de políticas. Y estamos en esa senda, la de la equidad. La premisa de la coeducación es necesaria para alcanzar la igualdad real y podemos empezar a trabajarla con los instrumentos que tenemos tanto en las leyes como en las escuelas.  

Como mujer, joven y luchadora,  no me manifestaré en las calles este 8 de marzo.  Porque nuestro momento no está en ellas. Está en cada balcón, en implicarse cada día en levantar barreras, en nuestras reflexiones de protesta diarias, en apoyarnos mutuamente, en la educación. En apostar por nosotras. Todos los días serán 8 de marzo, porque el morado no se vincula solo a una fecha. 

Queremos que el mundo se tiña de empoderamiento. Alzar la voz para que se escuche en cada rincón. Buscamos la  transversalidad en la persistente cita  con la igualdad,  porque la defensa de los derechos de la mujer solo persigue el respeto a la dignidad humana.

(Uxía Tizón es diputada del PSOE en el Congreso)

Te puede interesar