Opinión

Control de jornada y productividad

El registro horario laboral, que tantos problemas está creando en la pequeña y mediana empresa, lleva cerca de cuarenta años implantado en la Administración General del Estado, que depende del Gobierno central, y en las empresas públicas. Además, los empleados públicos pueden distribuir su jornada de trabajo entre una parte fija y otra flexible. La fija es de 9:00 a 14:30 horas y el resto, hasta completar las 37,5 horas semanales, se realiza en horario flexible. Es decir, la parte flexible, se compone de diez horas de trabajo semanales, nada más y nada menos, que un 27% de la jornada, que se puede realizar entre las 7:00 y 9:00 horas y de 14:30 a 18:00 horas. Horario, por cierto, vetado al público y destinado, sin duda, al trabajo intenso;  ningún caso hay que otorgar a quienes alimentan maliciosamente bulos aludiendo a que tal horario flexible se dedica básicamente a jugar al “Candy cash”, ver series o “wasapear” sin tregua, entre otras variopintas y productivas actividades.  

En el ámbito público, el control horario pierde su eficacia cuando se trata a la inversa, es decir, a la hora de controlar el absentismo y las pausas y salidas injustificadas del puesto de trabajo. No conozco a nadie (aunque seguro que estoy equivocado) al que hayan reducido su retribución por extender su pausa de café, ir de compras o, como algún caso que conozco, al gimnasio. Pero ahora ya dejará de haber dudas. Mientras fue Política Territorial y Función Pública en funciones, Meritxell Batet, hoy presidenta del Congreso, suprimió los recortes de salario que instauró el gobierno del PP por las bajas laborales y la falta al trabajo.

En el ámbito privado, el control de jornada ha llegado para quedarse. Sin duda, va a provocar una importante reorganización en los recursos laborales de todas las actividades, aumentos de denuncias por abusos y mejoras en los ingresos públicos. Aunque parece que la inspección de trabajo dará un margen “razonable” para que empresas y autónomos puedan adaptarse a esta nueva exigencia de la administración, me da la sensación de que queda mucho tiempo para que los requisitos estén implantados de forma eficaz en la totalidad de las organizaciones. 

Parece que es inexcusable que el empresario retribuya al empleado por el trabajo efectivamente realizado. Pero es también apremiante resolver el problema de la productividad en España y que el horario de trabajo sea suficiente para alcanzar los objetivos perseguidos, sin tener que alargarlo para conseguirlo. Si todo el crecimiento de la producción descansa en el aumento del número de horas trabajadas, entonces el crecimiento tiene la misma consistencia que un castillo de naipes.

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