Opinión

Cuestiónalo, cariño

Anuncia María Blanco, doctora en Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense de Madrid y profesora de Pensamiento Económico del CEU-San Pablo, el lanzamiento del libro “Hacienda somos todos, cariño” de la que es co autora junto con Luis Daniel Ávila y Carlos Rodríguez Braun. Sin haberlo leído todavía, adelanta un concepto francamente interesante. 

Aquél que cuestione el pago de impuestos ¿puede ser acusado de defender el fraude fiscal? La autora reflexiona atónita ante esta analogía de actitudes. Es como tachar de anti europeo a quien respalda el proyecto de la Unión pero osa criticar la mastodóntica burocracia bruselense, su flagrante inutilidad para el diseño de una política de inmigración, o su protocolo de inmunidades y privilegios para quienes escapan de la justicia y se cobijan en el seno de algún país vecino.

No es incompatible el hecho de no cometer fraude fiscal con cuestionar el pago de impuestos. Coincido en esto con la autora. Es más, deberíamos cuestionarnos todos la falsa correlación entre el pago de impuestos y la solidaridad, porque el pago de impuestos es una obligación y la solidaridad ha de ser voluntaria. Lo mismo que pensar que no pertenece al Estado el importe que no se ingresa al fisco cuando alguien arriesgó en día su capital y vende un piso diez años después de adquirirlo por un precio superior. Porque la plusvalía pertenece a quien arriesgó; nunca al Estado, que no hizo nada por generarla y la confisca. O que cada vez que tomamos un café, no solo nos cobra el hostelero, sino que el Estado también nos cobra porque el IVA está implícito en el precio. O que cobramos un salario mucho mayor que el que ingresamos, porque el Estado nos sustrae parte del mismo sin que nos demos casi cuenta. Por no olvidarnos de que cuando heredamos lo que nuestros padres ahorraron en toda una vida pagando sus impuestos, tenemos que pagarlos de nuevo por heredarlo. No es incompatible pensar en estas cosas y cumplir con el fisco. Tener esto presente nos faculta para requerir explicaciones sobre el desmesurado incremento del gasto público y exigir la fiscalización de cada euro gastado por el Estado. Pero toda la “propaganda estatal para fijar a fuego esa asociación de ideas” actúa en dirección opuesta. Parece que solo cuestionarse la naturaleza coercitiva de los impuestos es una clara incitación al fraude. Incluso la elusión fiscal, es decir, las acciones que todos deberíamos perseguir para evitar o minimizar el pago de impuestos, resulta para muchos una indecencia, mientras todos la practican, por ejemplo, al optar por la declaración conjunta del IRPF en lugar de la individual en el caso de que la primera supusiera pagar menos impuestos.

Así que anímense a acercarse a los autores y pensadores disidentes de la corrección política y del virus del pensamiento único.

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