Opinión

Escuelas siempre abiertas

Los que finalmente decidimos vacunarnos para sortear la coerción administrativa que impide la libre circulación, ahora resulta que también nos contagiamos, podemos contagiar y estamos a las puertas de nuevas restricciones y confinamientos. Ya instalados en la histeria colectiva de la sexta ola, volvemos a no tener ni idea de la deriva que va a tener esta situación. Por esta razón y a la vista de un artículo publicado por Joseph G. Allen, profesor asociado y director del programa Healthy Buildings en la universidad de Harvard, quiero hacer una reflexión sobre la posibilidad de que vuelvan a obligar a los colegios a cerrar sus puertas y por ende, que los alumnos vuelvan a tener que retornar a la teleformación desde sus casas.

Según el autor, una nueva suspensión de clases presenciales supondría un trágico error y debería descartarse como opción posible. Fundamentalmente por dos realidades que han permanecido constantes a lo largo de toda la pandemia, desde la cepa original, siguientes olas y variante Delta. Una: que el riesgo de consecuencias graves en niños contagiados por covid es muy reducido. Dos: que las consecuencias para los escolares de no acudir a clases son, al contrario, muy graves.

Efectivamente, los daños en los menores por no acudir a los centros escolares son muy altos, se acumulan y podrían durar décadas, según Allen. Señala un reciente un estudio de McKinsey, que examinó los efectos de covid-19 en el año escolar 2020-21 y que concluye con que la pandemia dejó a los estudiantes, al menos, con cinco meses de retraso en matemáticas y cuatro meses en lectura. A todo ello ha de sumarse la absurda tendencia de la sustitución de los libros por tabletas digitales. En lugar de utilizarse como un complemento, se convierte de forma creciente en el principal actor, eliminando la escritura manual, provocando problemas visuales, y favoreciendo la adicción a las nuevas tecnologías.

Pero los efectos de las escuelas cerradas van mucho más allá de la pérdida del aprendizaje. Y cuidado con esto, porque podemos encontrarnos ante una potencial crisis de salud mental infantil ante nosotros. La proporción de visitas pediátricas al hospital por motivos de salud mental aumentó significativamente en 2020 a medida que las restricciones aumentaban y las escuelas se cerraron. Así mismo, se ha constatado que los escolares con bajos ingresos obtienen más de la mitad de las calorías que necesitan de las comidas escolares. Si estas faltan, también faltan estos nutrientes.

Una vida de escuelas cerradas, aprendiendo detrás del plexiglás y las mascarillas, aprendiendo a leer sin ver la boca de sus maestros y sin contacto físico en el patio, es ya parte del recuerdo de muchos escolares. Esto es indignante, peligroso y basado en la propaganda del miedo.

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