Opinión

Los impuestos de Dios

Al político e inventor Benjamín Franklin se le atribuyen famosas frases y pensamientos que hoy en día mantienen todo su predicamento. En su editorial radiofónico, César Vidal recogió estos días una de ellas que nunca había escuchado: “Sería un gobierno duro aquél que hiciera pagar a su pueblo un impuesto de una décima parte de sus ingresos.” Probablemente esta reflexión emanaba del 10% de lo producido por los cultivos y ganados (diezmo) que se cita en el Antiguo Testamento como contribución obligada para sustentar los gastos y necesidades de la tribu israelita de Leví. El pensador norteamericano había llegado a la conclusión de que un gobierno decente no podía exigir a su pueblo más de lo establecido por el propio Dios en la Biblia. Lo contrario podría considerarse propio de un gobierno injusto, indigno o despótico.

El tiempo corre, y los cambios se suceden. De aquellas manifestaciones de antaño, hoy nos topamos con una realidad bien distinta. En España, la presión fiscal sobre los salarios, la llamada “cuña fiscal”, es del 39,3%. No está mal recordarlo. Es decir, que del 100% de nuestro salario se nos descuenta casi el 40% en concepto de IRPF y cotizaciones sociales. Ponte después a pagar IVA por todos los consumos, patrimonio, plusvalías, sucesiones, transmisiones, sociedades, IBI, basuras,…

Pero esto no para. Una floreada portavoz del gobierno compareció ante las cámaras para anunciar un nuevo impuesto. O mejor, una nueva tasa; la tasa del plástico y de residuos. Pero escuchar la verborrea con la que cree que apabulla a quienes nos toma por idiotas, es una agonía. Durante su intervención ha anunciado la nueva tasa, que recaerá de nuevo sobre la clase media, pero con un espíritu triunfalista que me ha dejado extasiado. ¿Cómo demonios es posible desvelar que nos van a sacar 1.400 millones de euros y a la vez decirlo con júbilo, con satisfacción, sin que nadie se levante para decirle que se vaya a tomar el pelo a su prima? Ha soltado que esto supone un triunfo colectivo, una conquista anhelada, que “va a contribuir a la sostenibilidad de la salud humana”, que constituirá “una herramienta para modernizar nuestro modelo de crecimiento y pasar de lo lineal a lo circular generando innovación, generando competitividad, nuevas oportunidades empresariales y un gran campo de generación de empleo”. No sabe, señora ministra, lo que nos alegramos de que nos suban los impuestos. No tiene usted ni idea de la altísima demanda social que reclamaba esta subida, estando las economías domésticas y los salarios al nivel que están. Gracias de verdad.

¡Dios mío!, qué lejos estamos de tus preceptos.

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