Opinión

Los impuestos ocultos

Parece ser que, en general, subir impuestos resulta de lo más impopular. Pocos aspirantes anuncian abiertamente tener intenciones de hacerlo de forma generalizada. En un burdo intento de colársela al votante, algún gestor de lo público se corrige a sí mismo afirmando que éste “no es el momento”, dando así aire a su candidato (¡Aló Gabilondo!) que incluso ha llegado a renegar abiertamente de su partido diciendo que no piensa subirlos “ahora”, cuando hace menos de tres meses firmó personalmente una propuesta como portavoz de su grupo parlamentario pretendiendo incrementar los principales impuestos cedidos a Madrid: la parte correspondiente al IRPF, Patrimonio, Sucesiones y Donaciones o Transmisiones Patrimoniales, entre otros. Total, entre todos se enmiendan y todos nos engañan. Todo un sablazo a los madrileños con el que aspiraba a recaudar más de 1.300 millones.

Pero la casta extractiva es tremendamente más sibilina. El fragor de las campañas electorales hace a menudo torpes y contradictorios los mensajes de candidatos novatos, pero el sosiego que aporta el despacho y el trabajo perseverante de la fontanería recaudatoria da mucho mejor resultado sin tanta alaraca. Qué mejor labor que la que obtiene resultados óptimos con un mínimo desgaste político. ¿Cómo subir impuestos proclamando al mismo tiempo que no se incrementan?

Vayamos a lo más reciente. Los presupuesto generales del Estado para 2021 contemplan una reducción de las aportaciones a los planes de pensiones privados hasta un límite de 2.000 euros anuales. Con anterioridad, quien optase por este instrumento de ahorro para la jubilación, podía hacer aportaciones anuales de hasta 8.000 euros y descontarse esa cantidad de la base imponible del impuesto sobre la renta, con el consiguiente ahorro de la factura fiscal. Esta es la manipulación, no subir los impuestos haciendo que los contribuyentes paguen más; el arte del birlibirloque de los impuestos ocultos. Todos aquellos con los que nos sacuden sin reconocer que los suben.

Porque no hace falta subir los tipos marginales del IRPF para anunciar una subida de impuestos explícita. Se pueden reducir la prestaciones públicas para que el ciudadano realice los desembolsos para cubrirlos; un inocente cambio de criterio para el cálculo del valor de referencia de los inmuebles introducido en una  ley tan “biensonante” como la Ley Antifraude aprobada recientemente, supondrá importantes subidas de impuestos en las transacciones patrimoniales; reducir o eliminar exenciones y deducciones suponen de facto escaladas ocultas de impuestos que suelan pasar desapercibidas hasta que se realicen las correspondientes liquidaciones; y así, tantos ardides con los que nos aporrean fiscalmente. La antedicha limitación de aportaciones a los planes de pensiones es el último. Una nueva forma de castigar el tan sano ejercicio del ahorro.

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